NUEVA DELHI – Una de mis fotografías favoritas muestra a un hombre santo hindú (sadhu) inmediatamente después de un ritual – con el cuerpo desnudo, la barba y los cabellos largos y enmarañados, la frente manchada de ceniza, un collar de meditación (rudraksha-mala) alrededor del cuello, en sí todo lo característico – charlando en un teléfono móvil. El contraste dice mucho sobre la India de hoy en día, la tierra de las paradojas – un país que, como escribí hace algunos años atrás, se las arregla para vivir en muchos y distintos siglos al mismo tiempo.
NUEVA DELHI – Una de mis fotografías favoritas muestra a un hombre santo hindú (sadhu) inmediatamente después de un ritual – con el cuerpo desnudo, la barba y los cabellos largos y enmarañados, la frente manchada de ceniza, un collar de meditación (rudraksha-mala) alrededor del cuello, en sí todo lo característico – charlando en un teléfono móvil. El contraste dice mucho sobre la India de hoy en día, la tierra de las paradojas – un país que, como escribí hace algunos años atrás, se las arregla para vivir en muchos y distintos siglos al mismo tiempo.