PARÍS – «El orden mundial de la posguerra no sólo es obsoleto, sino que se ha convertido en un arma usada contra nosotros». Eso dijo el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, en una síntesis perfecta de la actitud de su jefe hacia la gobernanza mundial. El gobierno del presidente Donald Trump se ha lanzado a un rechazo total de los principios que Estados Unidos venía promoviendo desde la Carta del Atlántico en 1941.
Los más de setenta decretos y memorandos emitidos desde que Trump regresó a la Casa Blanca el 20 de enero imaginan un sistema global muy diferente al que ha prevalecido durante las últimas ocho décadas. Ya nada queda del equilibrio entre privilegios y obligaciones que caracterizó el orden de posguerra basado en reglas.
Casi todos los gobiernos están horrorizados, y con razón. Todavía reconocen la importancia de prevenir pandemias, respetar las reglas comerciales, limitar la competencia tributaria desleal y luchar contra el cambio climático. La pregunta es si pueden encontrar un terreno común y actuar de forma eficaz sin Estados Unidos.
Creemos que sí, sobre todo si la Unión Europea (regida ella misma por reglas y compromisos compartidos) toma la delantera en la organización de una respuesta colectiva. Para ello, los países de la UE deben iniciar contactos entre sí y con países extracomunitarios para formar «coaliciones de voluntarios» en cuatro ámbitos clave: salud pública mundial, cambio climático, comercio internacional y tributación corporativa.
Empecemos por la salud pública. Una de las primeras decisiones de Trump como presidente fue retirarse de la Organización Mundial de la Salud, medida que ha causado comprensible consternación internacional. Pero felizmente, para prevenir futuras pandemias no hace falta que Estados Unidos sea miembro de la OMS. Aunque habrá sin duda consecuencias presupuestarias, el resto del mundo puede cubrir sin grandes dificultades el faltante, que equivale a unos 500 millones de dólares al año. Lo más importante es que la OMS pueda seguir cumpliendo su misión, sobre todo en los países más pobres propensos a enfermedades.
En cuanto al cambio climático, la UE ya establece objetivos vinculantes para los estados miembros, de modo que está en buena posición para actuar como un estado en sí misma, forjar alianzas con terceros países y ejercer mucha más influencia internacional. Puede negociar nuevos acuerdos de asociación y crear una coalición de voluntarios que mantenga el ímpetu hacia la descarbonización a pesar de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París. Algunos socios posibles son las principales economías avanzadas y muchos mercados emergentes, de los que el caso más obvio es China. Aunque es el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero, China tiene fuertes motivos para apoyar la transición a la neutralidad de carbono.
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
Subscribe to Digital or Digital Plus now to secure your discount.
Subscribe Now
Es verdad que como ha señalado el nobel de economía William Nordhaus, cuanto más crece una coalición climática, más incentivo ofrece a otros para aprovecharse de sus esfuerzos. Pero este problema no es insuperable. La solución que propone Nordhaus es crear clubes climáticos cuyos miembros impongan un arancel a las importaciones de los países no participantes. Esta opción tal vez no sea legal conforme a las reglas actuales de la Organización Mundial del Comercio; pero dada la mala conducta de Trump, puede ser la respuesta adecuada.
En cuanto al comercio internacional en general, la UE tiene herramientas para una respuesta eficaz a los aranceles estadounidenses. Aquí también puede crear una coalición de voluntarios con países dispuestos a seguir manejándose con reglas razonables y ayudar a reformar la arquitectura comercial mundial.
La política comercial es una competencia esencial de la UE. La Comisión Europea negocia acuerdos comerciales en nombre de todos los países miembros, y una vez alcanzado el acuerdo, este debe ser aprobado por mayoría cualificada de los miembros en el Consejo de la UE y por el Parlamento Europeo. Como demuestra el fracaso de Francia en su intento de bloquear el reciente acuerdo comercial UE‑Mercosur, una minoría reticente no puede obstaculizar la voluntad de la mayoría.
Este esquema ha sido decisivo para convertir a la UE en una potencia comercial mundial. Ahora Europa debe tomar la iniciativa para reunir a quienes quieran salvar lo que queda del multilateralismo comercial y definir una agenda para el futuro. Algunos interlocutores obvios son la India y China. El lanzamiento de una gran negociación sería el modo de demostrar que la UE no está supeditada a Estados Unidos.
Esto nos lleva a la tributación. En octubre de 2021, tras un largo proceso de debate, más de 140 jurisdicciones acordaron un tipo impositivo mínimo efectivo sobre los beneficios de las empresas multinacionales. Si una empresa no paga el 15% en un país, los otros participantes podrán gravarla colectivamente por la diferencia y luego prorratear el reparto de lo recaudado en función de la cuota de producción en cada jurisdicción. La gran ventaja de este sistema es que se refuerza a sí mismo. Si una jurisdicción no recauda el impuesto del 15%, lo harán otras, lo que crea un poderoso incentivo para que aquella jurisdicción lo recaude por sí misma.
Para entrar en vigor, este acuerdo debe ser ratificado por los parlamentos nacionales. Hasta ahora eso ha sucedido en más de 40 países, y en muchos otros se votará en breve. El abandono del acuerdo por parte de la administración Trump fue en gran medida simbólico, porque el Congreso no lo había aprobado. En cualquier caso, otros países todavía pueden llevar a buen puerto el impuesto mínimo, aunque deben estar preparados para enfrentar la oposición de Estados Unidos.
En este nuevo mundo, en el que las principales instituciones multilaterales se verán probablemente paralizadas en lo inmediato, fomentar el progreso y la cooperación internacionales dependerá de la formación de coaliciones de voluntarios. En materia de salud pública mundial, cambio climático, comercio internacional y tributación corporativa, Europa puede predicar con el ejemplo y contribuir a mantener vivo el multilateralismo. Ahora que la administración Trump repudia abiertamente el sistema de posguerra basado en reglas en cuya creación Estados Unidos fue un actor decisivo, Europa y otros pueden y deben llenar el vacío de liderazgo, incluso asociándose con China.
To have unlimited access to our content including in-depth commentaries, book reviews, exclusive interviews, PS OnPoint and PS The Big Picture, please subscribe
By choosing to side with the aggressor in the Ukraine war, President Donald Trump’s administration has effectively driven the final nail into the coffin of US global leadership. Unless Europe fills the void – first and foremost by supporting Ukraine – it faces the prospect of more chaos and conflict in the years to come.
For most of human history, economic scarcity was a constant – the condition that had to be escaped, mitigated, or rationalized. Why, then, is scarcity's opposite regarded as a problem?
asks why the absence of economic scarcity is viewed as a problem rather than a cause for celebration.
PARÍS – «El orden mundial de la posguerra no sólo es obsoleto, sino que se ha convertido en un arma usada contra nosotros». Eso dijo el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, en una síntesis perfecta de la actitud de su jefe hacia la gobernanza mundial. El gobierno del presidente Donald Trump se ha lanzado a un rechazo total de los principios que Estados Unidos venía promoviendo desde la Carta del Atlántico en 1941.
Los más de setenta decretos y memorandos emitidos desde que Trump regresó a la Casa Blanca el 20 de enero imaginan un sistema global muy diferente al que ha prevalecido durante las últimas ocho décadas. Ya nada queda del equilibrio entre privilegios y obligaciones que caracterizó el orden de posguerra basado en reglas.
Casi todos los gobiernos están horrorizados, y con razón. Todavía reconocen la importancia de prevenir pandemias, respetar las reglas comerciales, limitar la competencia tributaria desleal y luchar contra el cambio climático. La pregunta es si pueden encontrar un terreno común y actuar de forma eficaz sin Estados Unidos.
Creemos que sí, sobre todo si la Unión Europea (regida ella misma por reglas y compromisos compartidos) toma la delantera en la organización de una respuesta colectiva. Para ello, los países de la UE deben iniciar contactos entre sí y con países extracomunitarios para formar «coaliciones de voluntarios» en cuatro ámbitos clave: salud pública mundial, cambio climático, comercio internacional y tributación corporativa.
Empecemos por la salud pública. Una de las primeras decisiones de Trump como presidente fue retirarse de la Organización Mundial de la Salud, medida que ha causado comprensible consternación internacional. Pero felizmente, para prevenir futuras pandemias no hace falta que Estados Unidos sea miembro de la OMS. Aunque habrá sin duda consecuencias presupuestarias, el resto del mundo puede cubrir sin grandes dificultades el faltante, que equivale a unos 500 millones de dólares al año. Lo más importante es que la OMS pueda seguir cumpliendo su misión, sobre todo en los países más pobres propensos a enfermedades.
En cuanto al cambio climático, la UE ya establece objetivos vinculantes para los estados miembros, de modo que está en buena posición para actuar como un estado en sí misma, forjar alianzas con terceros países y ejercer mucha más influencia internacional. Puede negociar nuevos acuerdos de asociación y crear una coalición de voluntarios que mantenga el ímpetu hacia la descarbonización a pesar de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París. Algunos socios posibles son las principales economías avanzadas y muchos mercados emergentes, de los que el caso más obvio es China. Aunque es el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero, China tiene fuertes motivos para apoyar la transición a la neutralidad de carbono.
Winter Sale: Save 40% on a new PS subscription
At a time of escalating global turmoil, there is an urgent need for incisive, informed analysis of the issues and questions driving the news – just what PS has always provided.
Subscribe to Digital or Digital Plus now to secure your discount.
Subscribe Now
Es verdad que como ha señalado el nobel de economía William Nordhaus, cuanto más crece una coalición climática, más incentivo ofrece a otros para aprovecharse de sus esfuerzos. Pero este problema no es insuperable. La solución que propone Nordhaus es crear clubes climáticos cuyos miembros impongan un arancel a las importaciones de los países no participantes. Esta opción tal vez no sea legal conforme a las reglas actuales de la Organización Mundial del Comercio; pero dada la mala conducta de Trump, puede ser la respuesta adecuada.
En cuanto al comercio internacional en general, la UE tiene herramientas para una respuesta eficaz a los aranceles estadounidenses. Aquí también puede crear una coalición de voluntarios con países dispuestos a seguir manejándose con reglas razonables y ayudar a reformar la arquitectura comercial mundial.
La política comercial es una competencia esencial de la UE. La Comisión Europea negocia acuerdos comerciales en nombre de todos los países miembros, y una vez alcanzado el acuerdo, este debe ser aprobado por mayoría cualificada de los miembros en el Consejo de la UE y por el Parlamento Europeo. Como demuestra el fracaso de Francia en su intento de bloquear el reciente acuerdo comercial UE‑Mercosur, una minoría reticente no puede obstaculizar la voluntad de la mayoría.
Este esquema ha sido decisivo para convertir a la UE en una potencia comercial mundial. Ahora Europa debe tomar la iniciativa para reunir a quienes quieran salvar lo que queda del multilateralismo comercial y definir una agenda para el futuro. Algunos interlocutores obvios son la India y China. El lanzamiento de una gran negociación sería el modo de demostrar que la UE no está supeditada a Estados Unidos.
Esto nos lleva a la tributación. En octubre de 2021, tras un largo proceso de debate, más de 140 jurisdicciones acordaron un tipo impositivo mínimo efectivo sobre los beneficios de las empresas multinacionales. Si una empresa no paga el 15% en un país, los otros participantes podrán gravarla colectivamente por la diferencia y luego prorratear el reparto de lo recaudado en función de la cuota de producción en cada jurisdicción. La gran ventaja de este sistema es que se refuerza a sí mismo. Si una jurisdicción no recauda el impuesto del 15%, lo harán otras, lo que crea un poderoso incentivo para que aquella jurisdicción lo recaude por sí misma.
Para entrar en vigor, este acuerdo debe ser ratificado por los parlamentos nacionales. Hasta ahora eso ha sucedido en más de 40 países, y en muchos otros se votará en breve. El abandono del acuerdo por parte de la administración Trump fue en gran medida simbólico, porque el Congreso no lo había aprobado. En cualquier caso, otros países todavía pueden llevar a buen puerto el impuesto mínimo, aunque deben estar preparados para enfrentar la oposición de Estados Unidos.
En este nuevo mundo, en el que las principales instituciones multilaterales se verán probablemente paralizadas en lo inmediato, fomentar el progreso y la cooperación internacionales dependerá de la formación de coaliciones de voluntarios. En materia de salud pública mundial, cambio climático, comercio internacional y tributación corporativa, Europa puede predicar con el ejemplo y contribuir a mantener vivo el multilateralismo. Ahora que la administración Trump repudia abiertamente el sistema de posguerra basado en reglas en cuya creación Estados Unidos fue un actor decisivo, Europa y otros pueden y deben llenar el vacío de liderazgo, incluso asociándose con China.