PARÍS – El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sacó a luz lo que muchos temían, pero se mostraban reacios a admitir: el fracaso continuo en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero significa que el calentamiento global probablemente superará los 1,5 ° Celsius con respecto a los niveles preindustriales. António Guterres, secretario general de la ONU, advirtió que este objetivo clave del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático del año 2015 ahora “se mantiene vivo de manera artificial”. Incluso si las emisiones “alcanzan su punto máximo antes del año 2025 a más tardar”, señala el IPCC, y se “reducen en un 43% hasta el año 2030” (incluyendo una reducción de un tercio en el metano), “es casi inevitable que superemos temporalmente este umbral de temperatura; sin embargo, podríamos volver a estar por debajo del mismo a finales de siglo”.
En caso de que aún sea técnicamente posible evitar traspasar el umbral de los 1,5 °C, por supuesto que no debemos darnos por vencidos. Pero la ventana de oportunidad se está cerrando más rápido de lo que pensábamos, y las divisiones geopolíticas cada vez más profundas, intensificadas por la pandemia, la agresión de Rusia contra Ucrania y las inminentes crisis alimentarias, energéticas y de la deuda, no auguran nada bueno para el tipo de cooperación que necesitamos.
Si se supera los 1,5 °C, pero luego se toman medidas para que las temperaturas vuelvan a situarse por debajo de dicho umbral para finales de siglo, nos encontraremos en lo que el IPCC denomina como un escenario de “rebasamiento”. Si bien desde hace mucho tiempo los modelos climáticos han tenido en cuenta esta posibilidad, no se sabe mucho sobre cómo reducir los riesgos, tanto ambientales como políticos, que esta situación crearía.
La temperatura promedio a nivel mundial ya ha aumentado 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales, causando efectos medioambientales de importancia. Cada décima de grado adicional contribuye a aumentar la gravedad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos e incrementa los riesgos para la salud, los alimentos, el agua, los medios de subsistencia y la biodiversidad. Para cuando alcancemos los 2 °C, muchos sistemas humanos y naturales se encontrarán sometidos a un nivel extremo de estrés; algunos ecosistemas lucharán por su sobrevivencia, y otros ya habrán desaparecido.
Peor aún, el rebasamiento aumenta el riesgo de lo que el IPCC describe como “impactos climáticos en cascada e irreversibles”. Además, las consecuencias políticas no serían menos significativas. Para muchos, 1,5 °C se ha convertido en una línea marcada en la arena, un indicador de la capacidad y la voluntad de la humanidad para reducir los riesgos climáticos. Si bien traspasar este umbral podría dar lugar a una respuesta más contundente frente al cambio climático, también podría ser una invitación al descorazonamiento y fatalismo. Es por eso que desde ahora debemos comenzar a planificar para cuando llegue ese momento.
Con ese fin, presidiré una nueva Comisión Mundial sobre la Gestión de los Riesgos provenientes del Rebasamiento Climático. En esta Comisión compuesta por 16 ilustres líderes que provienen de diversos ámbitos consideraremos la mejor manera de gestionar los riesgos físicos y políticos de un mundo que haya sobrepasado los 1,5 °C. La mayoría de los miembros de la Comisión proceden del Sur Global, entre ellos contamos con varios ex jefes de gobierno, ministros y altos funcionarios. Antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año 2023, presentaremos una estrategia integrada para hacer frente a la posibilidad de un rebasamiento climático.
Al ser una comisión independiente, llevaremos a cabo esta importante labor sin estar sujetos a las limitaciones políticas y organizativas que tan a menudo obstaculizan este tipo de debates. Estamos dispuestos a considerar todas las opciones, incluidas las ideas que a veces se consideran demasiado controvertidas para abordarlas en otros foros.
Por ejemplo, si bien la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero es y debe seguir siendo nuestro principal objetivo, debemos reconocer que esto ya no es suficiente. Ahora es necesario adoptar enfoques adicionales. Por ejemplo, exploraremos el potencial de eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera a gran escala. Esto es inevitable si queremos lograr cero emisiones netas, sin ni siquiera llegar a mencionar el logro de emisiones netas negativas que son las que se necesitan para comenzar a restaurar nuestro planeta. Pero, a pesar de que existen muchas maneras de eliminar el CO2, tanto tecnológicas como aquellas basadas en la naturaleza, ninguna está en este momento disponible a escala y muchos elementos de esta estrategia siguen siendo objeto de controversia.
También exploraremos las vías para mejorar y ampliar los esfuerzos de adaptación en la escala necesaria para abordar los crecientes efectos del cambio climático, no obstante que los límites de lo que es factible en este tema siguen siendo confusos. Por último, examinaremos la investigación sobre los “métodos de reflexión de la luz solar”, una intervención diseñada para reflejar una pequeña parte de la radiación solar entrante para que se dirija de nuevo al espacio. Esta opción parece viable, pero plantearía riesgos a nivel mundial, lo que implica importantes desafíos de gobernanza.
Nuestro objetivo es reunir, por primera vez, todas estas opciones en un solo documento, sopesar los riesgos de las medidas a tomarse frente a los riesgos planteados por un mundo que se calienta rápidamente, y recomendar una estrategia integrada que se base en el asesoramiento científico independiente y en consultas con las partes interesadas. Nuestra estrategia frente al rebasamiento deberá ser eficaz, sólida y ética, basada en la mejor evidencia disponible y coherente con la justicia, la equidad y el respeto por el derecho internacional. Mientras estos principios se apliquen, mantendremos una mente abierta. En un momento en el que nos encontramos haciendo esfuerzos de última hora, no podemos darnos el lujo de descartar ninguna opción, al menos no hasta que las hayamos investigado a fondo.
Es trágico que debamos enfrentar las consecuencias de medidas insuficientes y debamos emprender este esfuerzo. Pero tenemos la responsabilidad primordial de estar preparados si no logramos cumplir con los objetivos del acuerdo de París. Eso significa considerar todas las posibles respuestas que podrían minimizar el daño y el sufrimiento de las personas y del planeta.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos
PARÍS – El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) sacó a luz lo que muchos temían, pero se mostraban reacios a admitir: el fracaso continuo en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero significa que el calentamiento global probablemente superará los 1,5 ° Celsius con respecto a los niveles preindustriales. António Guterres, secretario general de la ONU, advirtió que este objetivo clave del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático del año 2015 ahora “se mantiene vivo de manera artificial”. Incluso si las emisiones “alcanzan su punto máximo antes del año 2025 a más tardar”, señala el IPCC, y se “reducen en un 43% hasta el año 2030” (incluyendo una reducción de un tercio en el metano), “es casi inevitable que superemos temporalmente este umbral de temperatura; sin embargo, podríamos volver a estar por debajo del mismo a finales de siglo”.
En caso de que aún sea técnicamente posible evitar traspasar el umbral de los 1,5 °C, por supuesto que no debemos darnos por vencidos. Pero la ventana de oportunidad se está cerrando más rápido de lo que pensábamos, y las divisiones geopolíticas cada vez más profundas, intensificadas por la pandemia, la agresión de Rusia contra Ucrania y las inminentes crisis alimentarias, energéticas y de la deuda, no auguran nada bueno para el tipo de cooperación que necesitamos.
Si se supera los 1,5 °C, pero luego se toman medidas para que las temperaturas vuelvan a situarse por debajo de dicho umbral para finales de siglo, nos encontraremos en lo que el IPCC denomina como un escenario de “rebasamiento”. Si bien desde hace mucho tiempo los modelos climáticos han tenido en cuenta esta posibilidad, no se sabe mucho sobre cómo reducir los riesgos, tanto ambientales como políticos, que esta situación crearía.
La temperatura promedio a nivel mundial ya ha aumentado 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales, causando efectos medioambientales de importancia. Cada décima de grado adicional contribuye a aumentar la gravedad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos e incrementa los riesgos para la salud, los alimentos, el agua, los medios de subsistencia y la biodiversidad. Para cuando alcancemos los 2 °C, muchos sistemas humanos y naturales se encontrarán sometidos a un nivel extremo de estrés; algunos ecosistemas lucharán por su sobrevivencia, y otros ya habrán desaparecido.
Peor aún, el rebasamiento aumenta el riesgo de lo que el IPCC describe como “impactos climáticos en cascada e irreversibles”. Además, las consecuencias políticas no serían menos significativas. Para muchos, 1,5 °C se ha convertido en una línea marcada en la arena, un indicador de la capacidad y la voluntad de la humanidad para reducir los riesgos climáticos. Si bien traspasar este umbral podría dar lugar a una respuesta más contundente frente al cambio climático, también podría ser una invitación al descorazonamiento y fatalismo. Es por eso que desde ahora debemos comenzar a planificar para cuando llegue ese momento.
Con ese fin, presidiré una nueva Comisión Mundial sobre la Gestión de los Riesgos provenientes del Rebasamiento Climático. En esta Comisión compuesta por 16 ilustres líderes que provienen de diversos ámbitos consideraremos la mejor manera de gestionar los riesgos físicos y políticos de un mundo que haya sobrepasado los 1,5 °C. La mayoría de los miembros de la Comisión proceden del Sur Global, entre ellos contamos con varios ex jefes de gobierno, ministros y altos funcionarios. Antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático del año 2023, presentaremos una estrategia integrada para hacer frente a la posibilidad de un rebasamiento climático.
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Al ser una comisión independiente, llevaremos a cabo esta importante labor sin estar sujetos a las limitaciones políticas y organizativas que tan a menudo obstaculizan este tipo de debates. Estamos dispuestos a considerar todas las opciones, incluidas las ideas que a veces se consideran demasiado controvertidas para abordarlas en otros foros.
Por ejemplo, si bien la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero es y debe seguir siendo nuestro principal objetivo, debemos reconocer que esto ya no es suficiente. Ahora es necesario adoptar enfoques adicionales. Por ejemplo, exploraremos el potencial de eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera a gran escala. Esto es inevitable si queremos lograr cero emisiones netas, sin ni siquiera llegar a mencionar el logro de emisiones netas negativas que son las que se necesitan para comenzar a restaurar nuestro planeta. Pero, a pesar de que existen muchas maneras de eliminar el CO2, tanto tecnológicas como aquellas basadas en la naturaleza, ninguna está en este momento disponible a escala y muchos elementos de esta estrategia siguen siendo objeto de controversia.
También exploraremos las vías para mejorar y ampliar los esfuerzos de adaptación en la escala necesaria para abordar los crecientes efectos del cambio climático, no obstante que los límites de lo que es factible en este tema siguen siendo confusos. Por último, examinaremos la investigación sobre los “métodos de reflexión de la luz solar”, una intervención diseñada para reflejar una pequeña parte de la radiación solar entrante para que se dirija de nuevo al espacio. Esta opción parece viable, pero plantearía riesgos a nivel mundial, lo que implica importantes desafíos de gobernanza.
Nuestro objetivo es reunir, por primera vez, todas estas opciones en un solo documento, sopesar los riesgos de las medidas a tomarse frente a los riesgos planteados por un mundo que se calienta rápidamente, y recomendar una estrategia integrada que se base en el asesoramiento científico independiente y en consultas con las partes interesadas. Nuestra estrategia frente al rebasamiento deberá ser eficaz, sólida y ética, basada en la mejor evidencia disponible y coherente con la justicia, la equidad y el respeto por el derecho internacional. Mientras estos principios se apliquen, mantendremos una mente abierta. En un momento en el que nos encontramos haciendo esfuerzos de última hora, no podemos darnos el lujo de descartar ninguna opción, al menos no hasta que las hayamos investigado a fondo.
Es trágico que debamos enfrentar las consecuencias de medidas insuficientes y debamos emprender este esfuerzo. Pero tenemos la responsabilidad primordial de estar preparados si no logramos cumplir con los objetivos del acuerdo de París. Eso significa considerar todas las posibles respuestas que podrían minimizar el daño y el sufrimiento de las personas y del planeta.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos