MOSCU– Cuando en pocos días comience la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, los espectadores podrán ver un espectáculo minuciosamente coreografiado y cubierto de un tinte barato nacionalista. Por supuesto, lo último que tienen en mente los líderes de China para sus Olimpíadas son imágenes que recuerden a las tropas de asalto marchando a paso de ganso de Hitler; después de todo, el nacionalismo chino oficial proclama el “surgimiento pacífico” del país en el marco de un idilio de “desarrollo armonioso”. Pero, tanto estética como políticamente, el paralelismo dista de ser descabellado.
MOSCU– Cuando en pocos días comience la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing, los espectadores podrán ver un espectáculo minuciosamente coreografiado y cubierto de un tinte barato nacionalista. Por supuesto, lo último que tienen en mente los líderes de China para sus Olimpíadas son imágenes que recuerden a las tropas de asalto marchando a paso de ganso de Hitler; después de todo, el nacionalismo chino oficial proclama el “surgimiento pacífico” del país en el marco de un idilio de “desarrollo armonioso”. Pero, tanto estética como políticamente, el paralelismo dista de ser descabellado.