LONDRES – En mi discurso final como gobernador de Hong Kong el 30 de junio de 1997, pocas horas antes de abandonar la ciudad en el yate real de Gran Bretaña, dije que “Ahora, el pueblo de Hong Kong tiene que gobernar Hong Kong. Ésta es la promesa. Y éste es el destino irreversible”.
LONDRES – En mi discurso final como gobernador de Hong Kong el 30 de junio de 1997, pocas horas antes de abandonar la ciudad en el yate real de Gran Bretaña, dije que “Ahora, el pueblo de Hong Kong tiene que gobernar Hong Kong. Ésta es la promesa. Y éste es el destino irreversible”.