La muerte repentina de un dictador casi siempre desencadena la inestabilidad política. Pero es doblemente peligrosa cuando supone un riesgo de desestabilización en toda una región y la lucha entre las potencias militares más grandes del mundo –Estados Unidos, Rusia y China-- por ganar influencia.
La muerte repentina de un dictador casi siempre desencadena la inestabilidad política. Pero es doblemente peligrosa cuando supone un riesgo de desestabilización en toda una región y la lucha entre las potencias militares más grandes del mundo –Estados Unidos, Rusia y China-- por ganar influencia.