ESTOCOLMO – Las olas de calor y los fenómenos meteorológicos extremos sucedidos este verano en el hemisferio norte pusieron el cambio climático otra vez en el centro del debate público. Los primeros análisis dan fuertes motivos para pensar que el aumento global de las temperaturas agravó desastres naturales como el huracán Florence, que este mes atravesó la costa este de los Estados Unidos. Pese a que el presidente estadounidense Donald Trump renegó del acuerdo climático firmado en 2015 en París, el resto del mundo está cada vez más convencido de la necesidad de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El mes pasado, un grupo de climatólogos publicó un informe en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences, en el que alertaron que el planeta puede ir camino de convertirse en un “invernadero”, que tal vez resulte inhabitable para los seres humanos. En la Tierra ya se han registrado las temperaturas más altas desde la última Edad de Hielo, pero como señala el informe, lo que experimentamos hoy no será nada en comparación con lo que nos aguarda si el aumento medio de las temperaturas globales respecto de los niveles preindustriales supera los 2 °C.
A partir de allí, escriben los autores, “el calentamiento [global] puede activar elementos desestabilizadores importantes causantes de un mayor aumento de temperatura, que a su vez activará otros elementos desestabilizadores, generando un efecto dominó capaz de llevar las temperaturas del sistema terrestre a niveles mucho más altos”. Esos elementos climáticos desestabilizadores y las hipótesis catastróficas todavía son tema de debate científico, pero nadie puede decir con total seguridad que los riesgos descritos en el informe que habla de una “Tierra invernadero” no sean reales.
Sin embargo, hay otro riesgo: que advertencias como esta sean causa de desesperanza. Ya hay numerosos informes que indican que será extremadamente difícil cumplir las metas descritas en el acuerdo de París. Pero concluir que la situación es desesperada no sólo es peligroso, sino que también es fácticamente incorrecto. Al fin y al cabo, se están dando avances políticos y tecnológicos que dan motivos para una fundada esperanza.
En la Cumbre Global de Acción Climática celebrada este mes en San Francisco (California), se habló mucho sobre los numerosos informes alarmantes publicados en los últimos meses y años. Pero la atención real estuvo centrada en un plan exponencial de acción climática: un nuevo gran estudio que muestra que el uso de tecnologías para el abandono de los combustibles fósiles no avanza en forma lineal, sino exponencial.
Aunque no sea evidente, el uso de la energía solar y eólica se duplica cada cuatro años. De continuar así, en 2030 al menos la mitad de la producción mundial de electricidad podría provenir sólo de estas dos fuentes renovables de energía. Y no hay motivos para pensar que el progreso no pueda acelerarse más: en los últimos años hubo grandes avances en tecnologías de energía solar y almacenamiento de la energía.
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La Comisión Global sobre la Economía y el Clima calcula que en los próximos quince años, en todo el mundo se invertirán 90 billones de dólares en infraestructuras nuevas. Los avances tecnológicos que se están dando no sólo en el área de la energía, sino también en el ámbito digital, pueden dar a la humanidad una oportunidad histórica para saltar directamente a modos de existencia más sostenibles, con emisión neta de carbono nula.
Además, a los amplios avances en tecnología se les suma una creciente conciencia de los sectores público y privado respecto de la importancia de tener en cuenta la sostenibilidad en todas las decisiones. Nuevas ideas en energía, industria, arquitectura, planificación urbana, transporte, agricultura y forestación tienen potencial para reducir a la mitad las emisiones de GEI de aquí a 2030. Pero sólo será posible si una amplia coalición de agentes decisores opta por implementarlas.
Felizmente, los gobiernos y las grandes corporaciones han comenzado a mostrar liderazgo en el tema. Gracias a esto, las emisiones de GEI ya llegaron a un máximo en 49 países que equivalen al 40% de las emisiones mundiales; y diez países incluso se han comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. California y Suecia dicen que producirán un nivel neto nulo de emisiones en 2045.
El plan exponencial muestra que todavía tenemos poder sobre nuestro futuro climático. Los peligros que nos esperan son innegables. Si las emisiones de GEI y el aumento de temperatura continúan por la senda actual, podríamos llegar a un punto en el que las generaciones futuras tengan que soportar una “Tierra invernadero”, y eso suponiendo que sobrevivan.
Pero así como el trabajo científico reciente destacó los peligros del cambio climático, también mostró la salida. La veloz difusión de nuevas tecnologías y la creciente conciencia del problema por parte de la industria, de los gobiernos y de la sociedad civil dan motivos de esperanza. Si garantizamos un avance tecnológico exponencial y reunimos la voluntad política necesaria, podremos resolver la crisis climática. Una Tierra estable todavía está a nuestro alcance.
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Donald Trump is offering a vision of crony rentier capitalism that has enticed many captains of industry and finance. In catering to their wishes for more tax cuts and less regulation, he would make most Americans’ lives poorer, harder, and shorter.
explains what a Republican victory in the 2024 election would mean for most Americans’ standard of living.
Elon Musk recently admitted that Donald Trump's policy agenda would lead to economic turmoil. But if their plan to eliminate government waste involves cuts to entitlement programs such as Social Security and Medicare, rather than the necessary military, diplomatic, and financial reforms, recovery will remain elusive.
argues that only a tycoon could love Donald Trump’s proposed tariffs, deportations, and spending cuts.
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ESTOCOLMO – Las olas de calor y los fenómenos meteorológicos extremos sucedidos este verano en el hemisferio norte pusieron el cambio climático otra vez en el centro del debate público. Los primeros análisis dan fuertes motivos para pensar que el aumento global de las temperaturas agravó desastres naturales como el huracán Florence, que este mes atravesó la costa este de los Estados Unidos. Pese a que el presidente estadounidense Donald Trump renegó del acuerdo climático firmado en 2015 en París, el resto del mundo está cada vez más convencido de la necesidad de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El mes pasado, un grupo de climatólogos publicó un informe en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences, en el que alertaron que el planeta puede ir camino de convertirse en un “invernadero”, que tal vez resulte inhabitable para los seres humanos. En la Tierra ya se han registrado las temperaturas más altas desde la última Edad de Hielo, pero como señala el informe, lo que experimentamos hoy no será nada en comparación con lo que nos aguarda si el aumento medio de las temperaturas globales respecto de los niveles preindustriales supera los 2 °C.
A partir de allí, escriben los autores, “el calentamiento [global] puede activar elementos desestabilizadores importantes causantes de un mayor aumento de temperatura, que a su vez activará otros elementos desestabilizadores, generando un efecto dominó capaz de llevar las temperaturas del sistema terrestre a niveles mucho más altos”. Esos elementos climáticos desestabilizadores y las hipótesis catastróficas todavía son tema de debate científico, pero nadie puede decir con total seguridad que los riesgos descritos en el informe que habla de una “Tierra invernadero” no sean reales.
Sin embargo, hay otro riesgo: que advertencias como esta sean causa de desesperanza. Ya hay numerosos informes que indican que será extremadamente difícil cumplir las metas descritas en el acuerdo de París. Pero concluir que la situación es desesperada no sólo es peligroso, sino que también es fácticamente incorrecto. Al fin y al cabo, se están dando avances políticos y tecnológicos que dan motivos para una fundada esperanza.
En la Cumbre Global de Acción Climática celebrada este mes en San Francisco (California), se habló mucho sobre los numerosos informes alarmantes publicados en los últimos meses y años. Pero la atención real estuvo centrada en un plan exponencial de acción climática: un nuevo gran estudio que muestra que el uso de tecnologías para el abandono de los combustibles fósiles no avanza en forma lineal, sino exponencial.
Aunque no sea evidente, el uso de la energía solar y eólica se duplica cada cuatro años. De continuar así, en 2030 al menos la mitad de la producción mundial de electricidad podría provenir sólo de estas dos fuentes renovables de energía. Y no hay motivos para pensar que el progreso no pueda acelerarse más: en los últimos años hubo grandes avances en tecnologías de energía solar y almacenamiento de la energía.
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Además, a los amplios avances en tecnología se les suma una creciente conciencia de los sectores público y privado respecto de la importancia de tener en cuenta la sostenibilidad en todas las decisiones. Nuevas ideas en energía, industria, arquitectura, planificación urbana, transporte, agricultura y forestación tienen potencial para reducir a la mitad las emisiones de GEI de aquí a 2030. Pero sólo será posible si una amplia coalición de agentes decisores opta por implementarlas.
Felizmente, los gobiernos y las grandes corporaciones han comenzado a mostrar liderazgo en el tema. Gracias a esto, las emisiones de GEI ya llegaron a un máximo en 49 países que equivalen al 40% de las emisiones mundiales; y diez países incluso se han comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. California y Suecia dicen que producirán un nivel neto nulo de emisiones en 2045.
El plan exponencial muestra que todavía tenemos poder sobre nuestro futuro climático. Los peligros que nos esperan son innegables. Si las emisiones de GEI y el aumento de temperatura continúan por la senda actual, podríamos llegar a un punto en el que las generaciones futuras tengan que soportar una “Tierra invernadero”, y eso suponiendo que sobrevivan.
Pero así como el trabajo científico reciente destacó los peligros del cambio climático, también mostró la salida. La veloz difusión de nuevas tecnologías y la creciente conciencia del problema por parte de la industria, de los gobiernos y de la sociedad civil dan motivos de esperanza. Si garantizamos un avance tecnológico exponencial y reunimos la voluntad política necesaria, podremos resolver la crisis climática. Una Tierra estable todavía está a nuestro alcance.
Traducción: Esteban Flamini