Japón ahora presenta una gran amenaza para la estabilidad financiera mundial. Una vez más, su economía está en recesión, su déficit presupuestario es inmenso, sus deudas públicas (incluyeno las pensiones sin fondos) están peor que en ninguna parte en el mundo. Con una excesiva regulación que no ha sido confrontada y un sector privado atorado en un pantano de deuda, no se puede confiar en la actividad empresarial para estimular el cambio.
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