PARÍS – Cuando los ciudadanos británicos llegaron a las urnas el 23 de junio a decidir si su país continuaba dentro de la Unión Europea, no eran pocos los consejos que habían recibido a favor de quedarse. Líderes y autoridades morales del extranjero habían expresado sin ambages su preocupación por las consecuencias que tendría una salida, y los economistas advirtieron, con abrumadora mayoría, que abandonar la UE implicaría costos económicos significativos.
PARÍS – Cuando los ciudadanos británicos llegaron a las urnas el 23 de junio a decidir si su país continuaba dentro de la Unión Europea, no eran pocos los consejos que habían recibido a favor de quedarse. Líderes y autoridades morales del extranjero habían expresado sin ambages su preocupación por las consecuencias que tendría una salida, y los economistas advirtieron, con abrumadora mayoría, que abandonar la UE implicaría costos económicos significativos.