BARCELONA – Teresa Ribera enfrenta un desafío formidable. En septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, designó a Ribera (vicepresidenta tercera del gobierno socialista de España) como vicepresidenta ejecutiva para una transición limpia, justa y competitiva, y la puso a cargo de dos áreas donde se formulan políticas cruciales: competencia y acción climática.
Es una cartera enorme y muy controvertida. Por el lado de la competencia, Ribera heredará varios casos emblemáticos, entre ellos el intento de la Unión Europea de desmantelar el monopolio de publicidad en línea de Google, un hecho que podría transformar la economía digital.
En el frente climático, el Pacto Verde Europeo ha provocado protestas masivas de agricultores furiosos que argumentan que las regulaciones medioambientales aumentan los costos y restan competitividad a sus productos. Los sólidos antecedentes de Ribera en el área ecológica hacen pensar que tal vez priorice la salvación del Pacto Verde y relegue la política de competencia a un lugar secundario, como señaló una alta fuente del área de la competencia en la UE.
Pero Ribera no está obligada a elegir entre la defensa de la competencia y la acción climática. Como explica un informe reciente del Open Markets Institute y otras importantes organizaciones antimonopólicas, liberar la economía europea del dominio de los monopolios tecnológicos es esencial para hacer frente a la crisis climática y fomentar la innovación verde.
Un buen ejemplo es la inteligencia artificial. En Barcelona, donde vivo, una grave sequía a principios de este año limitó el consumo de agua hogareño a 200 litros por día. La otra cara de la misma moneda son las inundaciones que devastaron hace poco la costa española del Mediterráneo: es de esperar que estos extremos se repitan en los próximos años. Pero mientras las sequías impulsadas por el cambio climático aumentan en frecuencia e intensidad, las megatecnológicas estadounidenses construyen inmensos centros de datos en España para sostener la expansión de la IA. Estas instalaciones consumen cantidades enormes (y cada vez mayores) de agua y energía, pero las megatecnológicas ocultan su impacto ambiental; por ejemplo, hay un estudio según el cual es posible que su emisión real de dióxido de carbono sea un 662% superior a lo informado.
Las megatecnológicas no sólo están agotando los recursos de Europa y generando presión sobre las redes eléctricas del continente, sino que también son una amenaza directa a la economía de los países europeos. El auge de los centros de datos integra un intento más amplio de monopolizar la infraestructura digital. Empresas como Alphabet (Google) y Meta (Facebook) son conscientes del creciente rechazo a sus modelos de negocio actuales, que dependen de generar adicción en los niños, dividir a las sociedades y abusar de los datos personales. Por eso buscan reforzar su dominio de una parte menos visible pero esencial de la economía: la infraestructura. Google, Microsoft y Amazon ya controlan dos tercios de la infraestructura de nube mundial, y esa cuota crece a pasos acelerados.
El poder monopólico de las megatecnológicas, antes que cualquier ley de la UE, es lo que resta competitividad internacional a las empresas tecnológicas europeas. El ex presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, advierte en su informe sobre la competitividad de la UE que el bloque corre riesgo de perderse la revolución de la IA si no ayuda a las empresas locales a prosperar y competir. En esto la política industrial es esencial, pero la industria tecnológica europea no podrá desafiar a empresas dominantes como Google o Amazon en la forma que tienen hoy. Al poseer estos gigantes el control de gran parte del poder de cómputo mundial e ingentes cantidades de datos, es inevitable que las empresas europeas de IA caigan en su órbita. Un buen ejemplo es Mistral AI, otrora «campeón nacional» de la IA en Francia, que terminó asociándose con Microsoft (principal inversor en OpenAI).
El poder desmedido de las megatecnológicas impide el desarrollo de modelos de IA más pequeños y con menor emisión de carbono. Felizmente, Ribera tiene las herramientas para confrontar el dominio de esas empresas y obligarlas a cumplir la legislación de la UE; y ya se han hecho algunos avances. El mes pasado, la Comisión Europea ganó una importante batalla legal, cuando el Tribunal de Justicia de la UE revocó una sentencia de un tribunal inferior y ordenó a Apple pagar a Irlanda 13 000 millones de euros (14 200 millones de dólares) por impuestos atrasados.
Contra lo que afirman los grupos de presión de la industria, la lucha de la UE contra el dominio de las megatecnológicas no es una cuestión de proteccionismo. En agosto, las autoridades antimonopólicas estadounidenses lograron una gran victoria contra Google, al dictaminar un tribunal federal que la empresa ha mantenido un monopolio ilegal sobre las búsquedas en Internet; en tanto, hay en curso otro juicio sobre su dominio de la publicidad digital.
El caso que se desarrolla en Estados Unidos contra el monopolio publicitario de Google sigue los pasos del dictamen al que arribó en 2023 la Comisión Europea en una investigación similar que se tramita en Europa, cuando concluyó que el único modo de restaurar la competencia es imponer a Google la «desinversión obligatoria» en el negocio publicitario. Aunque existe cierta incertidumbre respecto del compromiso de algunos reguladores europeos con el desmantelamiento de Google, Ribera debe mantenerse firme. También debe estudiar la posibilidad de asignar a sus mejores colaboradores (por ejemplo, los analistas financieros que participaron en el caso exitoso contra Apple) al equipo encargado de diseñar el desmantelamiento de Google.
No es sólo la tecnología lo que está en juego. En una UE fracturada y cada vez más amenazada por el ascenso de fuerzas de extrema derecha, la propia democracia europea está en riesgo. Ribera advirtió en mayo que el bloque se enfrenta a la posibilidad de una «implosión», debida en parte al uso que hace la extrema derecha de las herramientas digitales para difundir desinformación e incitar al odio. Mientras tanto, el monopolio que tienen las megatecnológicas en el área de la publicidad digital ha destruido las bases económicas del periodismo europeo, y esto le dificulta combatir la manipulación en línea y proteger las instituciones democráticas. Para crear consenso sobre el Pacto Verde, Ribera debe garantizar un campo de juego parejo en el que la prensa pueda hacer su trabajo.
La crisis del mundo natural y la del mundo digital están cada vez más interconectadas. En un ensayo reciente, Maria Farrell y Robin Berjon proponen el «reasilvestramiento» (rewilding) como posible solución a ambos problemas. Sostienen que Internet, otrora un ecosistema diverso y saludable, se ha convertido en un espacio estéril y fuertemente controlado. Para restaurar su vitalidad se necesitarán amplias reformas estructurales.
En otras palabras, no habrá cambios significativos si no se desmantelan las fuerzas monopólicas que han convertido Internet en un jardín amurallado. Como explican Farrell y Berjon, «el reasilvestramiento de un entorno ya construido no es sentarse a esperar que alguna criatura viva se abra paso a través del cemento»; más bien, se trata de «arrasar las estructuras que ocultan la luz a todo aquel que no sea lo suficientemente rico para vivir en el piso más alto».
Los europeos merecen algo mejor que la oferta actual de las megatecnológicas. Una UE competitiva y sostenible es alcanzable, pero para reasilvestrar la economía de Europa se necesitan acciones decididas que pongan coto a los monopolios invasivos que hoy dominan el ecosistema digital, consumen nuestros recursos y contaminan el espacio público. En su nueva función, Ribera cuenta con poderosas herramientas para limpiar el terreno de modo tal que la innovación verde eche raíces. Y el primer paso debe ser desmantelar las megatecnológicas.
Traducción: Esteban Flamini
BARCELONA – Teresa Ribera enfrenta un desafío formidable. En septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, designó a Ribera (vicepresidenta tercera del gobierno socialista de España) como vicepresidenta ejecutiva para una transición limpia, justa y competitiva, y la puso a cargo de dos áreas donde se formulan políticas cruciales: competencia y acción climática.
Es una cartera enorme y muy controvertida. Por el lado de la competencia, Ribera heredará varios casos emblemáticos, entre ellos el intento de la Unión Europea de desmantelar el monopolio de publicidad en línea de Google, un hecho que podría transformar la economía digital.
En el frente climático, el Pacto Verde Europeo ha provocado protestas masivas de agricultores furiosos que argumentan que las regulaciones medioambientales aumentan los costos y restan competitividad a sus productos. Los sólidos antecedentes de Ribera en el área ecológica hacen pensar que tal vez priorice la salvación del Pacto Verde y relegue la política de competencia a un lugar secundario, como señaló una alta fuente del área de la competencia en la UE.
Pero Ribera no está obligada a elegir entre la defensa de la competencia y la acción climática. Como explica un informe reciente del Open Markets Institute y otras importantes organizaciones antimonopólicas, liberar la economía europea del dominio de los monopolios tecnológicos es esencial para hacer frente a la crisis climática y fomentar la innovación verde.
Un buen ejemplo es la inteligencia artificial. En Barcelona, donde vivo, una grave sequía a principios de este año limitó el consumo de agua hogareño a 200 litros por día. La otra cara de la misma moneda son las inundaciones que devastaron hace poco la costa española del Mediterráneo: es de esperar que estos extremos se repitan en los próximos años. Pero mientras las sequías impulsadas por el cambio climático aumentan en frecuencia e intensidad, las megatecnológicas estadounidenses construyen inmensos centros de datos en España para sostener la expansión de la IA. Estas instalaciones consumen cantidades enormes (y cada vez mayores) de agua y energía, pero las megatecnológicas ocultan su impacto ambiental; por ejemplo, hay un estudio según el cual es posible que su emisión real de dióxido de carbono sea un 662% superior a lo informado.
Las megatecnológicas no sólo están agotando los recursos de Europa y generando presión sobre las redes eléctricas del continente, sino que también son una amenaza directa a la economía de los países europeos. El auge de los centros de datos integra un intento más amplio de monopolizar la infraestructura digital. Empresas como Alphabet (Google) y Meta (Facebook) son conscientes del creciente rechazo a sus modelos de negocio actuales, que dependen de generar adicción en los niños, dividir a las sociedades y abusar de los datos personales. Por eso buscan reforzar su dominio de una parte menos visible pero esencial de la economía: la infraestructura. Google, Microsoft y Amazon ya controlan dos tercios de la infraestructura de nube mundial, y esa cuota crece a pasos acelerados.
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El poder monopólico de las megatecnológicas, antes que cualquier ley de la UE, es lo que resta competitividad internacional a las empresas tecnológicas europeas. El ex presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, advierte en su informe sobre la competitividad de la UE que el bloque corre riesgo de perderse la revolución de la IA si no ayuda a las empresas locales a prosperar y competir. En esto la política industrial es esencial, pero la industria tecnológica europea no podrá desafiar a empresas dominantes como Google o Amazon en la forma que tienen hoy. Al poseer estos gigantes el control de gran parte del poder de cómputo mundial e ingentes cantidades de datos, es inevitable que las empresas europeas de IA caigan en su órbita. Un buen ejemplo es Mistral AI, otrora «campeón nacional» de la IA en Francia, que terminó asociándose con Microsoft (principal inversor en OpenAI).
El poder desmedido de las megatecnológicas impide el desarrollo de modelos de IA más pequeños y con menor emisión de carbono. Felizmente, Ribera tiene las herramientas para confrontar el dominio de esas empresas y obligarlas a cumplir la legislación de la UE; y ya se han hecho algunos avances. El mes pasado, la Comisión Europea ganó una importante batalla legal, cuando el Tribunal de Justicia de la UE revocó una sentencia de un tribunal inferior y ordenó a Apple pagar a Irlanda 13 000 millones de euros (14 200 millones de dólares) por impuestos atrasados.
Contra lo que afirman los grupos de presión de la industria, la lucha de la UE contra el dominio de las megatecnológicas no es una cuestión de proteccionismo. En agosto, las autoridades antimonopólicas estadounidenses lograron una gran victoria contra Google, al dictaminar un tribunal federal que la empresa ha mantenido un monopolio ilegal sobre las búsquedas en Internet; en tanto, hay en curso otro juicio sobre su dominio de la publicidad digital.
El caso que se desarrolla en Estados Unidos contra el monopolio publicitario de Google sigue los pasos del dictamen al que arribó en 2023 la Comisión Europea en una investigación similar que se tramita en Europa, cuando concluyó que el único modo de restaurar la competencia es imponer a Google la «desinversión obligatoria» en el negocio publicitario. Aunque existe cierta incertidumbre respecto del compromiso de algunos reguladores europeos con el desmantelamiento de Google, Ribera debe mantenerse firme. También debe estudiar la posibilidad de asignar a sus mejores colaboradores (por ejemplo, los analistas financieros que participaron en el caso exitoso contra Apple) al equipo encargado de diseñar el desmantelamiento de Google.
No es sólo la tecnología lo que está en juego. En una UE fracturada y cada vez más amenazada por el ascenso de fuerzas de extrema derecha, la propia democracia europea está en riesgo. Ribera advirtió en mayo que el bloque se enfrenta a la posibilidad de una «implosión», debida en parte al uso que hace la extrema derecha de las herramientas digitales para difundir desinformación e incitar al odio. Mientras tanto, el monopolio que tienen las megatecnológicas en el área de la publicidad digital ha destruido las bases económicas del periodismo europeo, y esto le dificulta combatir la manipulación en línea y proteger las instituciones democráticas. Para crear consenso sobre el Pacto Verde, Ribera debe garantizar un campo de juego parejo en el que la prensa pueda hacer su trabajo.
La crisis del mundo natural y la del mundo digital están cada vez más interconectadas. En un ensayo reciente, Maria Farrell y Robin Berjon proponen el «reasilvestramiento» (rewilding) como posible solución a ambos problemas. Sostienen que Internet, otrora un ecosistema diverso y saludable, se ha convertido en un espacio estéril y fuertemente controlado. Para restaurar su vitalidad se necesitarán amplias reformas estructurales.
En otras palabras, no habrá cambios significativos si no se desmantelan las fuerzas monopólicas que han convertido Internet en un jardín amurallado. Como explican Farrell y Berjon, «el reasilvestramiento de un entorno ya construido no es sentarse a esperar que alguna criatura viva se abra paso a través del cemento»; más bien, se trata de «arrasar las estructuras que ocultan la luz a todo aquel que no sea lo suficientemente rico para vivir en el piso más alto».
Los europeos merecen algo mejor que la oferta actual de las megatecnológicas. Una UE competitiva y sostenible es alcanzable, pero para reasilvestrar la economía de Europa se necesitan acciones decididas que pongan coto a los monopolios invasivos que hoy dominan el ecosistema digital, consumen nuestros recursos y contaminan el espacio público. En su nueva función, Ribera cuenta con poderosas herramientas para limpiar el terreno de modo tal que la innovación verde eche raíces. Y el primer paso debe ser desmantelar las megatecnológicas.
Traducción: Esteban Flamini