canuto8_Mario Tama_Getty Images_Rousseff Mario Tama/Getty Images

La salida para Brasil

WASHINGTON, DC – Con la expresidenta brasileña Dilma Rousseff destituida por juicio político, el nuevo gobierno del presidente Michel Temer debe solucionar el desorden macroeconómico brasileño. ¿Puede el gobierno de Temer salvar a una economía brasileña que se desmorona?

La situación es ciertamente desesperada. De hecho, Brasil ha estado experimentando últimamente la contracción económica más poderosa de su historia reciente. Su PBI per cápita será más del 10 % menor este año que en 2013 y el desempleo se ha disparado a más del 11 %, 4 puntos porcentuales más que en enero de 2015.

Brasil carece de una vía fácil de recuperación por un motivo sencillo: el problema actual deriva de la intensificación en los últimos años de vulnerabilidades económicas de larga data, en especial, el derroche fiscal y el anémico crecimiento de la productividad.

Consideremos la posición fiscal brasileña, que se ha deteriorado rápidamente desde 2011: un superávit primario del 3,1 % del PBI dio lugar a un déficit de más del 2,7 %; eso llevó a un déficit presupuestario general cercano al 10 % del PBI. De hecho, las causas de ese deterioro fueron creadas hace mucho tiempo.

La participación del gasto primario del gobierno brasileño en el PBI pasó del 22 % en 1991 al 36 % en 2014. Gran parte de ese gasto puede ser explicado por el compromiso para atacar la pobreza endémica —un esfuerzo que incluyó, entre otras cosas, al mayor programa de transferencias condicionales de efectivo del mundo— sin reducir los privilegios que disfrutan los ciudadanos brasileños en mejor situación.

Durante algún tiempo, el gobierno brasileño fue capaz de financiar el aumento del gasto con la recaudación fiscal, que también subió gracias a los impuestos sobre el mayor consumo y la formalización del mercado de trabajo. Los elevados precios de las materias primas ayudaron a sostener un crecimiento del PBI cercano al 4,5 % anual entre 2003 y 2010, que también reforzó los ingresos gubernamentales.

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Pero, por supuesto, la fuerza de trabajo formal no puede ampliarse indefinidamente y los precios de las materias primas siempre caen en algún momento. Desafortunadamente, Brasil no logró aprovechar esa buena época aumentar su productividad. De hecho, solo el 10 % del crecimiento del PBI brasileño entre 2002 y 2014 puede atribuirse a aumentos de la productividad total de los factores, mientras que dos tercios fueron resultado del ingreso a la fuerza laboral de trabajadores ligeramente más capacitados. Cuando finalmente colapsó el impulso a los ingresos fiscales brasileños, los aumentos del gasto público aprobados por ley rápidamente llevaron al Brasil a un precipicio fiscal.

Actualmente las políticas anticíclicas no son una opción, ya que sencillamente no se cuenta con suficiente margen fiscal ni monetario. Esto deja al gobierno del Brasil con una única opción real para devolver la confianza a los negocios y estimular el crecimiento económico: abordar las debilidades estructurales brasileñas.

La buena noticia es que el gobierno de Temer parece reconocer este imperativo y ya ha propuesto al Congreso brasileño una enmienda constitucional que prohíbe durante los próximos 20 años los aumentos anuales nominales en el gasto público, incluido el nivel subnacional, que superen la tasa inflacionaria del año anterior.

Siempre que la inflación se estabilice en algún nivel inferior, ese límite llevaría a que la participación del gasto público en el PBI se reduzca en cuanto la economía comience a crecer nuevamente. Si los aumentos en los ingresos fiscales acompañan el crecimiento del PBI, se atenderá automáticamente a los desequilibrios fiscales y la acumulación de la deuda pública. En un momento en que Brasil cuenta con poca flexibilidad presupuestaria, una norma de ese tipo podría revolucionar el juego fiscal.

Por supuesto, un límite a la suba del gasto no elimina por sí solo la necesidad de atender a las rigideces presupuestarias existentes. El gobierno de Temer ha declarado su intención de presentar al Congreso un plan de reforma jubilatoria exactamente por este motivo.

En cuanto a la productividad, el gobierno se está centrando en reducir las pérdidas causadas por la insuficiente construcción de infraestructura en las últimas décadas. Aumentar la escala de la inversión en infraestructura también promete impulsar al sector privado en otros sectores. La clave será la sintonía fina en la división de responsabilidades entre el sector privado y el público — incluidas las agencias regulatorias independientes— en los distintos segmentos de los servicios de infraestructura.

El gobierno de Temer también espera aprovechar la inversión en capital humano para aumentar la productividad. Al momento, las empresas privadas brasileñas invierten menos en la capacitación del personal que las de otros países con ingresos per cápita similares, esto se debe en gran medida a los desincentivos incorporados en las leyes fiscales y laborales (que el gobierno de Temer ha propuesto modificar).

Para maximizar el impacto de estos esfuerzos, el gobierno de Temer también debe centrarse en reducir las pérdidas del sector privado causadas por otros problemas dentro del entorno empresarial. El uso más eficiente de los recursos humanos y materiales haría que las empresas sean más competitivas e impulsaría la productividad total de los factores brasileña, especialmente si se amplía el capital humano de ese país. Si a esos esfuerzos sumamos actividades para facilitar el comercio exterior, el "espíritu animal" del emprendimiento podría desatarse y permitir que Brasil escape de la crisis actual y avance hacia un futuro más próspero.

Las opiniones aquí expresadas son las del autor y no necesariamente reflejan las del Banco Mundial ni las de los gobiernos que representa.

Traducción al español por Leopoldo Gurman.

https://prosyn.org/4mwmyn9es