NUEVA DELHI – Después de la reciente derrota de la India ante Pakistán en la Copa del Mundo T20 de cricket, el lanzador indio Mohammed Shami sufrió troleos despiadados en las redes sociales. Fue la demostración más reciente de la intolerancia islamofóbica que ha consumido a la sociedad india durante el gobierno del Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party, BJP) del primer ministro Narendra Modi.
Shami jugó mal, pero también lo hicieron otros diez jugadores indios durante la derrota ante Pakistán. Las críticas contra Shami en particular se debieron a que es musulmán. Su fracaso no fue percibido solamente como una cuestión deportiva, sino como su incapacidad para rendir al máximo frente a un equipo rival formado por sus correligionarios.
Aunque desagradable, el episodio que sufrió Shami empalidece frente a otros incidentes recientes de islamofobia en la India. En el distrito de Darrang —en el estado de Assam, al noreste el país— el gobierno estatal del BJP lanzó una campaña de desalojo contra musulmanes que, para ellos, eran «ocupantes ilegales» de tierras públicas. Durante una protesta contra los desalojos, la policía disparó contra uno de los aldeanos y lo golpeó, y un fotógrafo que documentaba oficialmente la campaña de demolición lo pisoteó brutalmente, todo frente a las cámaras, incluso cuando ya su cuerpo parecía inerte.
Las filmaciones del asalto asesino se viralizaron en las redes sociales y generaron elevados niveles de ansiedad entre los sectores del público que todavía no estaban habituados a las historias de crímenes de odio violentos contra la minoría musulmana, que proliferaron con el gobierno del BJP. En los últimos años una oleada de actos antimusulmanes algunas veces terminaron en violencia. En febrero de 2020, los disturbios consumieron partes de la capital, Nueva Delhi, y dejaron 53 muertos. La mayoría de las víctimas eran musulmanas.
Hubo además un aumento dramático de la cantidad de linchamientos de musulmanes, especialmente por la «ofensa» de transportar o consumir carne vacuna (la vaca es sagrada para el hinduismo). La mayoría de los estados aprobó leyes que prohíben matar vacas, y tanto la policía como las turbas autoconvocadas las hacen cumplir con más fervor que juicio. Se sabe que los «vigilantes» de las vacas han golpeado a musulmanes y los obligaron a cantar eslóganes religiosos hinduistas. Esos crímenes de odio se cometen con impunidad.
Mientras tanto, la policía acusó a estudiantes musulmanes, aprovechando leyes draconianas contra el terrorismo y la sedición, por el frívolo «crimen» de alentar a los jugadores de cricket pakistaníes. Cuatro musulmanes fueron arrestados en la ciudad de Indore por asistir a una popular celebración anual universitaria de baile, abruptamente clasificada como «solo para hindúes». Un periodista musulmán, Siddique Kappan, fue encarcelado durante más de un año por cargos de sedición, terrorismo e incitación, cuando lo único que hizo fue su trabajo.
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Más allá de lo perturbadoras que resultan estas tendencias, no deben sorprendernos, dado que las figuras políticas más destacadas expresan abiertamente su intolerancia. Modi declaró en algún momento que se podía identificar a los manifestantes antigobierno por sus ropas, es decir, el atuendo musulmán tradicional. Y antes de las elecciones generales de 2019, Amit Shah, presidente del BJP, llamó «termitas» a los inmigrantes musulmanes bangladesíes y prometió que el gobierno del BJP «buscaría a los infiltrados uno por uno y los arrojaría a la bahía de Bengala». El sentimiento islamofóbico se agudiza a través de las redes sociales, a menudo en grupos de WhatsApp cuyos contenidos son gestionados por el BJP, donde culpan por los pecados —tanto reales como imaginarios— de los antiguos invasores y gobernantes musulmanes a toda la comunidad.
Mientras que los gobiernos anteriores buscaron limitar las pasiones comunales, promover la armonía y brindar apoyo oficial (incluso con incentivos fiscales) a los esfuerzos para promover el pluralismo y la diversidad en la India, el BJP abrazó sin arrepentimiento alguno una ideología mayoritariamente hindutva. Quienes más cerca están del establishment gobernante vilipendian rutinariamente a la minoría musulmana —y a la supuesta contemporización de los gobiernos anteriores— como una amenaza contra la identidad hinduista de la India.
Con el gobierno del BJP se lanzaron campañas contra los romances entre personas de distintas religiones (acusando a los hombres musulmanes de llevar adelante una «yihad amorosa» para hacer caer en la trampa a mujeres hinduistas), la conversión religiosa (a pesar de que está permitida por la Constitución de la India) y las prácticas musulmanas de matrimonio, divorcio y pensiones (que se consideran incompatibles con los derechos de las mujeres). Una conocida empresa de indumentaria recibió presiones para que retirara una campaña publicitaria, porque los fanáticos consideraron que insertaba elementos musulmanes en el festival hinduista de Diwali. Un encuentro religioso musulmán fue catalogado como un evento de superdifusión de la COVID-19, aun cuando se permitió —e incluso alentó— que se llevara a cabo el festival hinduista de Kumbh Mela, mucho más grande.
El gobierno del BJP aprobó además una ley que ofrece ciudadanía exprés a los refugiados de países vecinos con mayorías musulmanas... siempre que no sean musulmanes. Y las campañas de planificación familiar se presentaron como intentos por mantener el «equilibrio demográfico» indio —el 80 % de la población de la India es hinduista— frente a la mayor fertilidad de los musulmanes.
Lo que nos consterna a los liberales es lo delgada que se ha tornado la pátina del secularismo constitucional en la India. En solo siete años de gobierno del BJP, quedaron aniquilados el pluralismo cultural y la concordia entre hindúes y musulmanes que la India promocionó durante décadas.
Hubo un tiempo en que los funcionarios del gobierno señalaban con orgullo a los musulmanes que ocupaban puestos importantes como evidencia de la capacidad de la India para superar el amargo legado de la escisión de Pakistán. Actualmente la representación de los musulmanes en las fuerzas policiales y los servicios administrativos centrales de elite es extremadamente reducida, y extremadamente elevada en las prisiones. Los sentimientos que hace una generación se hubiera considerado descortés expresar, hoy se declaman desde las plataformas políticas. La política a menudo habilita a atormentar a los musulmanes, en vez de impedirlo.
La islamofobia parece haber colonizado un segmento significativo de la sociedad india del norte, aunque el sur todavía no sucumbió. La prensa libre de la que tanto alardea la India ha sido cómplice —y hasta participante activa— en la erradicación de tradiciones culturales sincréticas de larga data.
Bajo el gobierno del BJP, la segregación y el desempoderamiento de los musulmanes —la división de la sociedad india entre «ellos» y «nosotros»— se normaliza gradualmente, y los indios se están desensibilizando frente a la expresión y práctica rutinarias de la intolerancia antimusulmana. Si un musulmán señala esta situación, le dirán que «se vaya a Pakistán». Los hinduistas como yo somos ridiculizados por «antinacionalistas».
Me lo han dicho directamente. Durante una exposición en el parlamento en 2015, repetí una observación de un amigo: en la India gobernada por el BJP, están más seguras las vacas que los musulmanes. Desafortunadamente eso es más cierto aún en la actualidad.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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NUEVA DELHI – Después de la reciente derrota de la India ante Pakistán en la Copa del Mundo T20 de cricket, el lanzador indio Mohammed Shami sufrió troleos despiadados en las redes sociales. Fue la demostración más reciente de la intolerancia islamofóbica que ha consumido a la sociedad india durante el gobierno del Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party, BJP) del primer ministro Narendra Modi.
Shami jugó mal, pero también lo hicieron otros diez jugadores indios durante la derrota ante Pakistán. Las críticas contra Shami en particular se debieron a que es musulmán. Su fracaso no fue percibido solamente como una cuestión deportiva, sino como su incapacidad para rendir al máximo frente a un equipo rival formado por sus correligionarios.
Aunque desagradable, el episodio que sufrió Shami empalidece frente a otros incidentes recientes de islamofobia en la India. En el distrito de Darrang —en el estado de Assam, al noreste el país— el gobierno estatal del BJP lanzó una campaña de desalojo contra musulmanes que, para ellos, eran «ocupantes ilegales» de tierras públicas. Durante una protesta contra los desalojos, la policía disparó contra uno de los aldeanos y lo golpeó, y un fotógrafo que documentaba oficialmente la campaña de demolición lo pisoteó brutalmente, todo frente a las cámaras, incluso cuando ya su cuerpo parecía inerte.
Las filmaciones del asalto asesino se viralizaron en las redes sociales y generaron elevados niveles de ansiedad entre los sectores del público que todavía no estaban habituados a las historias de crímenes de odio violentos contra la minoría musulmana, que proliferaron con el gobierno del BJP. En los últimos años una oleada de actos antimusulmanes algunas veces terminaron en violencia. En febrero de 2020, los disturbios consumieron partes de la capital, Nueva Delhi, y dejaron 53 muertos. La mayoría de las víctimas eran musulmanas.
Hubo además un aumento dramático de la cantidad de linchamientos de musulmanes, especialmente por la «ofensa» de transportar o consumir carne vacuna (la vaca es sagrada para el hinduismo). La mayoría de los estados aprobó leyes que prohíben matar vacas, y tanto la policía como las turbas autoconvocadas las hacen cumplir con más fervor que juicio. Se sabe que los «vigilantes» de las vacas han golpeado a musulmanes y los obligaron a cantar eslóganes religiosos hinduistas. Esos crímenes de odio se cometen con impunidad.
Mientras tanto, la policía acusó a estudiantes musulmanes, aprovechando leyes draconianas contra el terrorismo y la sedición, por el frívolo «crimen» de alentar a los jugadores de cricket pakistaníes. Cuatro musulmanes fueron arrestados en la ciudad de Indore por asistir a una popular celebración anual universitaria de baile, abruptamente clasificada como «solo para hindúes». Un periodista musulmán, Siddique Kappan, fue encarcelado durante más de un año por cargos de sedición, terrorismo e incitación, cuando lo único que hizo fue su trabajo.
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Mientras que los gobiernos anteriores buscaron limitar las pasiones comunales, promover la armonía y brindar apoyo oficial (incluso con incentivos fiscales) a los esfuerzos para promover el pluralismo y la diversidad en la India, el BJP abrazó sin arrepentimiento alguno una ideología mayoritariamente hindutva. Quienes más cerca están del establishment gobernante vilipendian rutinariamente a la minoría musulmana —y a la supuesta contemporización de los gobiernos anteriores— como una amenaza contra la identidad hinduista de la India.
Con el gobierno del BJP se lanzaron campañas contra los romances entre personas de distintas religiones (acusando a los hombres musulmanes de llevar adelante una «yihad amorosa» para hacer caer en la trampa a mujeres hinduistas), la conversión religiosa (a pesar de que está permitida por la Constitución de la India) y las prácticas musulmanas de matrimonio, divorcio y pensiones (que se consideran incompatibles con los derechos de las mujeres). Una conocida empresa de indumentaria recibió presiones para que retirara una campaña publicitaria, porque los fanáticos consideraron que insertaba elementos musulmanes en el festival hinduista de Diwali. Un encuentro religioso musulmán fue catalogado como un evento de superdifusión de la COVID-19, aun cuando se permitió —e incluso alentó— que se llevara a cabo el festival hinduista de Kumbh Mela, mucho más grande.
El gobierno del BJP aprobó además una ley que ofrece ciudadanía exprés a los refugiados de países vecinos con mayorías musulmanas... siempre que no sean musulmanes. Y las campañas de planificación familiar se presentaron como intentos por mantener el «equilibrio demográfico» indio —el 80 % de la población de la India es hinduista— frente a la mayor fertilidad de los musulmanes.
Lo que nos consterna a los liberales es lo delgada que se ha tornado la pátina del secularismo constitucional en la India. En solo siete años de gobierno del BJP, quedaron aniquilados el pluralismo cultural y la concordia entre hindúes y musulmanes que la India promocionó durante décadas.
Hubo un tiempo en que los funcionarios del gobierno señalaban con orgullo a los musulmanes que ocupaban puestos importantes como evidencia de la capacidad de la India para superar el amargo legado de la escisión de Pakistán. Actualmente la representación de los musulmanes en las fuerzas policiales y los servicios administrativos centrales de elite es extremadamente reducida, y extremadamente elevada en las prisiones. Los sentimientos que hace una generación se hubiera considerado descortés expresar, hoy se declaman desde las plataformas políticas. La política a menudo habilita a atormentar a los musulmanes, en vez de impedirlo.
La islamofobia parece haber colonizado un segmento significativo de la sociedad india del norte, aunque el sur todavía no sucumbió. La prensa libre de la que tanto alardea la India ha sido cómplice —y hasta participante activa— en la erradicación de tradiciones culturales sincréticas de larga data.
Bajo el gobierno del BJP, la segregación y el desempoderamiento de los musulmanes —la división de la sociedad india entre «ellos» y «nosotros»— se normaliza gradualmente, y los indios se están desensibilizando frente a la expresión y práctica rutinarias de la intolerancia antimusulmana. Si un musulmán señala esta situación, le dirán que «se vaya a Pakistán». Los hinduistas como yo somos ridiculizados por «antinacionalistas».
Me lo han dicho directamente. Durante una exposición en el parlamento en 2015, repetí una observación de un amigo: en la India gobernada por el BJP, están más seguras las vacas que los musulmanes. Desafortunadamente eso es más cierto aún en la actualidad.
Traducción al español por Ant-Translation