MONTREAL – Además de costar vidas humanas, la temporada de incendios forestales de este año en Australia, de una intensidad sin precedentes, destruyó cerca de 2500 viviendas, mató a cientos de millones de animales, golpeó la economía y sometió al gobierno a una enorme presión. En uno de los años más secos y calientes desde que se tiene registro, los incendios recalcan la profundidad y complejidad de los retos globales a los que nos enfrentamos. Del mismo modo, el brote del COVID-19, que comenzó cuando un nuevo coronavirus pasó de un animal a un ser humano en China, hoy amenaza con interrumpir la vida social y económica en el planeta.
Durante gran parte del siglo veinte pensamos que cada problema tenía una solución tecnológica sencilla. Las vacunas y los antibióticos nos mantenían saludables, la Revolución Verde nos alimentaría y el crecimiento económico solventaría nuestras escuelas y hospitales. Pero las epidemias y los incendios actuales demuestran que los riesgos que corre la humanidad no son tan simples ni se podrán manejar con soluciones fáciles.
Piénsese en el medio ambiente mundial. Hoy un millón de especies se encuentran en riesgo de extinción, los desastrosos efectos del cambio climático son evidentes para todos, los movimientos masivos de personas se están volviendo cada vez más comunes y las democracias del mundo están tomadas por la polarización partidista y el escepticismo hacia la ciencia y la experticia.
El panorama global puede ser difícil de ver desde un punto de vista aislado, razón por la que necesitamos una nueva narrativa que tome en cuenta los desafíos actuales dentro de la complejidad de todo el sistema planetario. Para ese fin, la organización de investigación internacional Future Earth publicó recientemente Our Future On Earth 2020 (Nuestro futuro en la Tierra 2020), que refleja nuestras cambiantes perspectivas al develar las relaciones entre los hallazgos investigativos recientes y los acontecimientos que ya estamos viviendo, desde las inundaciones y la escasez de agua al creciente populismo. Aprovechando las conclusiones de investigadores de las ciencias sociales y físicas, el informe ayuda a explicar los factores de lo que está ocurriendo y cómo podríamos avanzar en una dirección más sostenible.
El informe encuesta además a 222 científicos de 52 países para evaluar 30 categorías de riesgos que enfrentan la humanidad y el planeta. Los primeros cinco riesgos identificados por los encuestados fueron las condiciones climáticas extremas, el no poder mitigar el cambio climático ni adaptarse a él, la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas, las crisis alimentarias y la escasez de agua. Son respuestas que coinciden con las que identificaron los líderes y autoridades encuestados de manera independiente en enero en el Foro Económico Mundial.
Los científicos encuestados por Future Earth también recalcan que lo que más les inquieta es el efecto cascada entre las categorías de riesgo. Por ejemplo, las olas de calor podrían acelerar la pérdida de agua y la escasez alimentaria, del mismo modo como la pérdida de biodiversidad exacerba el cambio climático, y viceversa.
Más aún, las sutiles relaciones entre los 30 riesgos citados podrían tener importantes implicancias para las iniciativas de sostenibilidad futuras. Piénsese en el vínculo entre el populismo político y la propagación de la tecnología digital de información y comunicación (TIC). Son fenómenos que se han desarrollado juntos: los políticos populistas han usado sofisticadas técnicas de mercadeo digital para llegar a grupos de votantes clave. Peor aún, con el flujo libre de la desinformación y la propaganda por las redes sociales, en gran medida no reguladas, el simplista mensaje de los populistas del “nosotros contra ellos” ha podido recorrer todo el mundo, y los intereses creados han convencido a una gran proporción del electorado de ignorar el peligro que significa el cambio climático.
Pero la TIC digital también tiene el potencial de hacer mucho bien, como servir de megáfono para los activistas climáticos, ayudar a las empresas a reducir sus emisiones y empoderar a la gente para que monitoree y proteja sus ecosistemas locales. En lo sucesivo, las grandes empresas tecnológicas deberán reconocer que sus modelos de negocio no se deberían centrar únicamente en sus resultados financieros finales. Sus potentes algoritmos y plataformas se podrían usar para contribuir al desarrollo sostenible.
El 2020 es un año crucial, cuando falta apenas una década para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Cientos de empresas y ciudades están asumiendo compromisos climáticos y desarrollando planes de acción. En la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU, que se celebrará en noviembre próximo, los líderes mundiales volverán a intentar acordar una agenda para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Y en octubre la Convención sobre Diversidad Biológica de la ONU definirá nuevos objetivos de biodiversidad.
La biodiversidad de la Tierra no gira solamente alrededor de las frondosas selvas amazónicas y las sábanas africanas que atraen a los turistas. Las especies vegetales y animales son esenciales para nuestra propia supervivencia, no en menor medida por sus contribuciones a la medicina y la agricultura. Para alimentar a una creciente población global necesitaremos de sistemas de cultivo cada vez más productivos y diversos que puedan resistir condiciones climáticas más extremas.
Sin embargo, para que resulten los esfuerzos de lograr la sostenibilidad, debemos reconocer que los desafíos que enfrentamos están interconectados. Los riesgos no se pueden enfrentar aislados unos de los otros o de otras dinámicas sociales y políticas. Es necesario un enfoque multidisciplinar, multilateral y sistémico para solucionar los actuales retos sanitarios, económicos y ambientales. Para ello habrá que reformular y transformar nuestras instituciones, por no mencionar nuestras propias actitudes y estilos de vida.
Si bien la crisis de los incendios forestales de Australia ocurrió lejos de la mayoría de nosotros, se debería ver con una perspectiva global y abordarse con la misma energía y énfasis que la epidemia de coronavirus. Ningún país, gobierno, sociedad, empresa ni persona es una isla. A fin de cuentas, todos enfrentamos las mismas amenazas, porque todos estamos conectados al mismo planeta con un futuro en común.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
MONTREAL – Además de costar vidas humanas, la temporada de incendios forestales de este año en Australia, de una intensidad sin precedentes, destruyó cerca de 2500 viviendas, mató a cientos de millones de animales, golpeó la economía y sometió al gobierno a una enorme presión. En uno de los años más secos y calientes desde que se tiene registro, los incendios recalcan la profundidad y complejidad de los retos globales a los que nos enfrentamos. Del mismo modo, el brote del COVID-19, que comenzó cuando un nuevo coronavirus pasó de un animal a un ser humano en China, hoy amenaza con interrumpir la vida social y económica en el planeta.
Durante gran parte del siglo veinte pensamos que cada problema tenía una solución tecnológica sencilla. Las vacunas y los antibióticos nos mantenían saludables, la Revolución Verde nos alimentaría y el crecimiento económico solventaría nuestras escuelas y hospitales. Pero las epidemias y los incendios actuales demuestran que los riesgos que corre la humanidad no son tan simples ni se podrán manejar con soluciones fáciles.
Piénsese en el medio ambiente mundial. Hoy un millón de especies se encuentran en riesgo de extinción, los desastrosos efectos del cambio climático son evidentes para todos, los movimientos masivos de personas se están volviendo cada vez más comunes y las democracias del mundo están tomadas por la polarización partidista y el escepticismo hacia la ciencia y la experticia.
El panorama global puede ser difícil de ver desde un punto de vista aislado, razón por la que necesitamos una nueva narrativa que tome en cuenta los desafíos actuales dentro de la complejidad de todo el sistema planetario. Para ese fin, la organización de investigación internacional Future Earth publicó recientemente Our Future On Earth 2020 (Nuestro futuro en la Tierra 2020), que refleja nuestras cambiantes perspectivas al develar las relaciones entre los hallazgos investigativos recientes y los acontecimientos que ya estamos viviendo, desde las inundaciones y la escasez de agua al creciente populismo. Aprovechando las conclusiones de investigadores de las ciencias sociales y físicas, el informe ayuda a explicar los factores de lo que está ocurriendo y cómo podríamos avanzar en una dirección más sostenible.
El informe encuesta además a 222 científicos de 52 países para evaluar 30 categorías de riesgos que enfrentan la humanidad y el planeta. Los primeros cinco riesgos identificados por los encuestados fueron las condiciones climáticas extremas, el no poder mitigar el cambio climático ni adaptarse a él, la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas, las crisis alimentarias y la escasez de agua. Son respuestas que coinciden con las que identificaron los líderes y autoridades encuestados de manera independiente en enero en el Foro Económico Mundial.
Los científicos encuestados por Future Earth también recalcan que lo que más les inquieta es el efecto cascada entre las categorías de riesgo. Por ejemplo, las olas de calor podrían acelerar la pérdida de agua y la escasez alimentaria, del mismo modo como la pérdida de biodiversidad exacerba el cambio climático, y viceversa.
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Más aún, las sutiles relaciones entre los 30 riesgos citados podrían tener importantes implicancias para las iniciativas de sostenibilidad futuras. Piénsese en el vínculo entre el populismo político y la propagación de la tecnología digital de información y comunicación (TIC). Son fenómenos que se han desarrollado juntos: los políticos populistas han usado sofisticadas técnicas de mercadeo digital para llegar a grupos de votantes clave. Peor aún, con el flujo libre de la desinformación y la propaganda por las redes sociales, en gran medida no reguladas, el simplista mensaje de los populistas del “nosotros contra ellos” ha podido recorrer todo el mundo, y los intereses creados han convencido a una gran proporción del electorado de ignorar el peligro que significa el cambio climático.
Pero la TIC digital también tiene el potencial de hacer mucho bien, como servir de megáfono para los activistas climáticos, ayudar a las empresas a reducir sus emisiones y empoderar a la gente para que monitoree y proteja sus ecosistemas locales. En lo sucesivo, las grandes empresas tecnológicas deberán reconocer que sus modelos de negocio no se deberían centrar únicamente en sus resultados financieros finales. Sus potentes algoritmos y plataformas se podrían usar para contribuir al desarrollo sostenible.
El 2020 es un año crucial, cuando falta apenas una década para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Cientos de empresas y ciudades están asumiendo compromisos climáticos y desarrollando planes de acción. En la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU, que se celebrará en noviembre próximo, los líderes mundiales volverán a intentar acordar una agenda para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Y en octubre la Convención sobre Diversidad Biológica de la ONU definirá nuevos objetivos de biodiversidad.
La biodiversidad de la Tierra no gira solamente alrededor de las frondosas selvas amazónicas y las sábanas africanas que atraen a los turistas. Las especies vegetales y animales son esenciales para nuestra propia supervivencia, no en menor medida por sus contribuciones a la medicina y la agricultura. Para alimentar a una creciente población global necesitaremos de sistemas de cultivo cada vez más productivos y diversos que puedan resistir condiciones climáticas más extremas.
Sin embargo, para que resulten los esfuerzos de lograr la sostenibilidad, debemos reconocer que los desafíos que enfrentamos están interconectados. Los riesgos no se pueden enfrentar aislados unos de los otros o de otras dinámicas sociales y políticas. Es necesario un enfoque multidisciplinar, multilateral y sistémico para solucionar los actuales retos sanitarios, económicos y ambientales. Para ello habrá que reformular y transformar nuestras instituciones, por no mencionar nuestras propias actitudes y estilos de vida.
Si bien la crisis de los incendios forestales de Australia ocurrió lejos de la mayoría de nosotros, se debería ver con una perspectiva global y abordarse con la misma energía y énfasis que la epidemia de coronavirus. Ningún país, gobierno, sociedad, empresa ni persona es una isla. A fin de cuentas, todos enfrentamos las mismas amenazas, porque todos estamos conectados al mismo planeta con un futuro en común.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen