LONDRES – Los bancos pueden quebrar, y así suele suceder. No obstante, siempre que ello ocurre, pretendemos estar sorprendidos. Peor aún, buscamos villanos y culpables, incluso cuando no los hay. Especuladores amantes del riesgo, inversionistas codiciosos, reguladores que se han quedado dormidos: alguien tiene que ser el malo. Esto aplaca nuestro deseo de asignar culpas de carácter moral, pero no es una buena base para formular políticas.
LONDRES – Los bancos pueden quebrar, y así suele suceder. No obstante, siempre que ello ocurre, pretendemos estar sorprendidos. Peor aún, buscamos villanos y culpables, incluso cuando no los hay. Especuladores amantes del riesgo, inversionistas codiciosos, reguladores que se han quedado dormidos: alguien tiene que ser el malo. Esto aplaca nuestro deseo de asignar culpas de carácter moral, pero no es una buena base para formular políticas.