SAN FRANCISCO – Desde hace treinta años, los consumidores reciben los beneficios de enormes avances tecnológicos. En muchos países, la mayor parte de la gente lleva en sus bolsillos una computadora personal más potente que cualquier macrocomputadora de los ochenta. La Atari 800XL en la que durante la secundaria yo programaba juegos tenía un microprocesador con 3500 transistores; hoy, la computadora incluida en mi iPhone tiene dos mil millones. En aquel tiempo, un gigabyte de almacenamiento costaba 100 000 dólares y ocupaba el espacio de un refrigerador; hoy prácticamente no cuesta nada y se mide en milímetros.
SAN FRANCISCO – Desde hace treinta años, los consumidores reciben los beneficios de enormes avances tecnológicos. En muchos países, la mayor parte de la gente lleva en sus bolsillos una computadora personal más potente que cualquier macrocomputadora de los ochenta. La Atari 800XL en la que durante la secundaria yo programaba juegos tenía un microprocesador con 3500 transistores; hoy, la computadora incluida en mi iPhone tiene dos mil millones. En aquel tiempo, un gigabyte de almacenamiento costaba 100 000 dólares y ocupaba el espacio de un refrigerador; hoy prácticamente no cuesta nada y se mide en milímetros.