MELBOURNE – El verano pasado, una mariposa de la col puso huevos en una rúcula de mi huerto. En poco tiempo la planta se llenó de orugas verdes, bien camufladas contra el fondo verde de las hojas. Yo ya tenía otras rúculas a cierta distancia de esta, que me darían suficientes hojas para hacer ensaladas, y no quería echar insecticida, así que dejé en paz a las orugas. Pronto de las hojas de la rúcula no quedó nada. Privadas de alimento y no preparadas todavía para comenzar la siguiente etapa de su ciclo vital, todas las orugas se murieron de hambre.
MELBOURNE – El verano pasado, una mariposa de la col puso huevos en una rúcula de mi huerto. En poco tiempo la planta se llenó de orugas verdes, bien camufladas contra el fondo verde de las hojas. Yo ya tenía otras rúculas a cierta distancia de esta, que me darían suficientes hojas para hacer ensaladas, y no quería echar insecticida, así que dejé en paz a las orugas. Pronto de las hojas de la rúcula no quedó nada. Privadas de alimento y no preparadas todavía para comenzar la siguiente etapa de su ciclo vital, todas las orugas se murieron de hambre.