WASHINGTON, DC – El carbón está resultando un importante tema de conversación en las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que se celebran actualmente en Varsovia... y con razón. De hecho, se trata de un debate necesario para el mundo.
Según las conclusiones más recientes del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), estamos agotando rápidamente nuestro “presupuesto” de carbono, la cantidad de éste que podemos permitirnos el lujo de emitir sin por ello dejar de tener la posibilidad de limitar el calentamiento planetario a dos grados centígrados. Según el IPCC, para mantener el aumento de la temperatura planetaria respecto de los niveles preindustriales por debajo de ese umbral, punto de inflexión reconocido allende el cual es probable que el cambio climático resulte descontrolado, es necesario que el mundo emita sólo 1.000 gigatoneladas de carbono (GTC). En 2011 se emitió ya más de la mitad de esa cantidad. Si no cambiamos nuestra conducta, caracterizada por una gran utilización del carbono, el resto del presupuesto se agotará en unos tres decenios.
En cuanto a emisiones tolerables de CO2, el carbón es lo que descabala el presupuesto. Precisamente esta semana, un grupo de 27 destacados científicos, representantes de todos los continentes importantes, publicaron una declaración conjunta según la cual la combustión de todas las reservas conocidas de combustibles fósiles produciría unas 3.800 gigatoneladas de CO2, es decir, 1.053 GTC, más de la mitad de las cuales correspondería tan sólo al carbón. Dicho sencillamente, si el mundo quema sus reservas conocidas de carbón mediante las tecnologías actuales, es probable que aumente la temperatura planetaria muy por encima de los dos grados centígrados.
Muchos gobiernos e instituciones financieras lo reconocen. En los últimos meses, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones y Banco de Exportación e Importación de los Estados Unidos han introducido políticas que limitan la financiación de nuevas centrales de carbón, salvo que capturen y almacenen sus emisiones de CO2. Cinco países nórdicos se han unido al Tesoro de los EE.UU. para poner fin a la financiación de nuevas centrales eléctricas de carbón en el extranjero y otros podrían seguir su ejemplo pronto. Y este otoño, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de los EE.UU. propuso normas sobre las emisiones de las nuevas centrales eléctricas que excluirían la generación de electricidad mediante carbón, medida importante que reduciría la contaminación debida al carbón e impulsaría la innovación.
Asimismo, China, preocupada por los graves costos de salud relacionados con la combustión de carbón, va a prohibir que aumente la capacidad en materia de carbón en tres provincias costeras, conforme a su plan de acción sobre la contaminación atmosférica, recién aprobado. Las autoridades chinas han introducido también políticas encaminadas a reducir la proporción de carbón en la combinación energética total del país.
Sobre ese fondo, la Asociación Mundial del Carbón (AMC) se reúne esta semana, también en Varsovia: de hecho, al otro lado del río desde el cual los negociadores están intentando poner los fundamentos de un acuerdo mundial sobre el clima de aquí a 2015.
La AMC pide la utilización de “tecnologías de combustión de carbón muy eficientes y con emisiones escasas” para reducir las emisiones de los gases causantes del efecto de invernadero procedentes de las centrales eléctricas de carbón de todo el mundo, pero con ese planteamiento se seguiría consumiendo una parte demasiado grande del presupuesto de CO2. Incluso las centrales eléctricas de carbón más modernas y avanzadas emiten más de quince veces más CO2 por unidad de electricidad que los sistemas de energía renovable y más del doble de la cantidad correspondiente a las centrales eléctricas de gasoil eficientes.
Y, sin embargo, a escala planetaria se sigue produciendo mucha electricidad mediante el carbón. El Instituto de Recursos Mundiales calcula que existen casi 1.200 propuestas de proyectos de centrales eléctricas de carbón en todo el mundo, con un total de capacidad instalada de más de 1.400 gigavatios. Si llegaran a construirse, el mundo dedicaría una gran proporción del presupuesto de carbono restante a infraestructuras a las que corresponden importantes emisiones de carbono y que tienen una duración de entre 40 y 50 años.
Según la Agencia Internacional de la Energía, la tendencia actual de utilización del carbón está en consonancia con una hipótesis según la cual el aumento de temperatura sería de seis grados centígrados. Se trata de un futuro que cambiaría radical e irreversiblemente la vida en la Tierra tal como la conocemos.
Ésa es la razón por la que el Secretario General de la OCDE ha considerado que ha llegado el momento de aplicar una moratoria a la construcción de centrales eléctricas de carbón tradicionales. Los gobiernos tienen a su disposición tecnologías más rentables para la generación de electricidad. Las energías renovables, como la solar y la eólica, ya son competitivas con las de combustión de combustibles fósiles en muchas partes del mundo y se pueden multiplicar rápidamente.
Además, la mayoría de los modelos económicos no tienen en cuenta las externalidades relacionadas con la contaminación del carbón y del carbono. Por ejemplo, según los cálculos de un informe reciente de Trucost, la generación de electricidad mediante el carbón a escala mundial podría ser la causante de un billón de dólares, aproximadamente, de daños debidos al cambio climático y la contaminación atmosférica. Muchas centrales eléctricas de carbón no serían competitivas, si se las obligara a internalizar esos costos.
Naturalmente, el carbón sigue ofreciendo una fuente fiable de electricidad a millones de personas y la transición a tecnologías con escasas emisiones de carbono no ocurrirá de la noche a la mañana. Debemos ampliar rápidamente el acceso a dichas tecnologías, sin por ello dejar de ayudar a las personas cuyos medios de vida dependan de la industria del carbón. Si bien debemos tomarnos muy en serio el cambio climático, también debemos adoptar una actitud pragmática para abordarlo.
Pero la industria del carbón debe hacerlo también. Los participantes en la reunión de la AMC que se celebra esta semana deben comprometerse a adoptar medidas suplementarias que contribuyan a velar por que se mantengan las emisiones dentro de límites seguros. Una moratoria sobre las centrales eléctricas de carbón tradicionales sería una actitud inteligente con la que comenzar. Ayudaría a mostrar al mundo que la industria del carbón entiende de verdad las consecuencias científicas de las modalidades actuales de utilización de la energía y está dispuesta a asumir más responsabilidad en pro de la lucha contra el cambio climático.
Es necesario que las personas reunidas a los dos lados del río Vístula contribuyan como les corresponde a la formulación de un acuerdo universal sobre el clima ambicioso y justo de aquí a 2015. Debemos ponernos todos manos a la obra y preparar una vía viable hacia una economía segura y eficaz y con escasas emisiones de carbono.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
WASHINGTON, DC – El carbón está resultando un importante tema de conversación en las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que se celebran actualmente en Varsovia... y con razón. De hecho, se trata de un debate necesario para el mundo.
Según las conclusiones más recientes del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), estamos agotando rápidamente nuestro “presupuesto” de carbono, la cantidad de éste que podemos permitirnos el lujo de emitir sin por ello dejar de tener la posibilidad de limitar el calentamiento planetario a dos grados centígrados. Según el IPCC, para mantener el aumento de la temperatura planetaria respecto de los niveles preindustriales por debajo de ese umbral, punto de inflexión reconocido allende el cual es probable que el cambio climático resulte descontrolado, es necesario que el mundo emita sólo 1.000 gigatoneladas de carbono (GTC). En 2011 se emitió ya más de la mitad de esa cantidad. Si no cambiamos nuestra conducta, caracterizada por una gran utilización del carbono, el resto del presupuesto se agotará en unos tres decenios.
En cuanto a emisiones tolerables de CO2, el carbón es lo que descabala el presupuesto. Precisamente esta semana, un grupo de 27 destacados científicos, representantes de todos los continentes importantes, publicaron una declaración conjunta según la cual la combustión de todas las reservas conocidas de combustibles fósiles produciría unas 3.800 gigatoneladas de CO2, es decir, 1.053 GTC, más de la mitad de las cuales correspondería tan sólo al carbón. Dicho sencillamente, si el mundo quema sus reservas conocidas de carbón mediante las tecnologías actuales, es probable que aumente la temperatura planetaria muy por encima de los dos grados centígrados.
Muchos gobiernos e instituciones financieras lo reconocen. En los últimos meses, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones y Banco de Exportación e Importación de los Estados Unidos han introducido políticas que limitan la financiación de nuevas centrales de carbón, salvo que capturen y almacenen sus emisiones de CO2. Cinco países nórdicos se han unido al Tesoro de los EE.UU. para poner fin a la financiación de nuevas centrales eléctricas de carbón en el extranjero y otros podrían seguir su ejemplo pronto. Y este otoño, la Agencia de Protección del Medio Ambiente de los EE.UU. propuso normas sobre las emisiones de las nuevas centrales eléctricas que excluirían la generación de electricidad mediante carbón, medida importante que reduciría la contaminación debida al carbón e impulsaría la innovación.
Asimismo, China, preocupada por los graves costos de salud relacionados con la combustión de carbón, va a prohibir que aumente la capacidad en materia de carbón en tres provincias costeras, conforme a su plan de acción sobre la contaminación atmosférica, recién aprobado. Las autoridades chinas han introducido también políticas encaminadas a reducir la proporción de carbón en la combinación energética total del país.
Sobre ese fondo, la Asociación Mundial del Carbón (AMC) se reúne esta semana, también en Varsovia: de hecho, al otro lado del río desde el cual los negociadores están intentando poner los fundamentos de un acuerdo mundial sobre el clima de aquí a 2015.
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La AMC pide la utilización de “tecnologías de combustión de carbón muy eficientes y con emisiones escasas” para reducir las emisiones de los gases causantes del efecto de invernadero procedentes de las centrales eléctricas de carbón de todo el mundo, pero con ese planteamiento se seguiría consumiendo una parte demasiado grande del presupuesto de CO2. Incluso las centrales eléctricas de carbón más modernas y avanzadas emiten más de quince veces más CO2 por unidad de electricidad que los sistemas de energía renovable y más del doble de la cantidad correspondiente a las centrales eléctricas de gasoil eficientes.
Y, sin embargo, a escala planetaria se sigue produciendo mucha electricidad mediante el carbón. El Instituto de Recursos Mundiales calcula que existen casi 1.200 propuestas de proyectos de centrales eléctricas de carbón en todo el mundo, con un total de capacidad instalada de más de 1.400 gigavatios. Si llegaran a construirse, el mundo dedicaría una gran proporción del presupuesto de carbono restante a infraestructuras a las que corresponden importantes emisiones de carbono y que tienen una duración de entre 40 y 50 años.
Según la Agencia Internacional de la Energía, la tendencia actual de utilización del carbón está en consonancia con una hipótesis según la cual el aumento de temperatura sería de seis grados centígrados. Se trata de un futuro que cambiaría radical e irreversiblemente la vida en la Tierra tal como la conocemos.
Ésa es la razón por la que el Secretario General de la OCDE ha considerado que ha llegado el momento de aplicar una moratoria a la construcción de centrales eléctricas de carbón tradicionales. Los gobiernos tienen a su disposición tecnologías más rentables para la generación de electricidad. Las energías renovables, como la solar y la eólica, ya son competitivas con las de combustión de combustibles fósiles en muchas partes del mundo y se pueden multiplicar rápidamente.
Además, la mayoría de los modelos económicos no tienen en cuenta las externalidades relacionadas con la contaminación del carbón y del carbono. Por ejemplo, según los cálculos de un informe reciente de Trucost, la generación de electricidad mediante el carbón a escala mundial podría ser la causante de un billón de dólares, aproximadamente, de daños debidos al cambio climático y la contaminación atmosférica. Muchas centrales eléctricas de carbón no serían competitivas, si se las obligara a internalizar esos costos.
Naturalmente, el carbón sigue ofreciendo una fuente fiable de electricidad a millones de personas y la transición a tecnologías con escasas emisiones de carbono no ocurrirá de la noche a la mañana. Debemos ampliar rápidamente el acceso a dichas tecnologías, sin por ello dejar de ayudar a las personas cuyos medios de vida dependan de la industria del carbón. Si bien debemos tomarnos muy en serio el cambio climático, también debemos adoptar una actitud pragmática para abordarlo.
Pero la industria del carbón debe hacerlo también. Los participantes en la reunión de la AMC que se celebra esta semana deben comprometerse a adoptar medidas suplementarias que contribuyan a velar por que se mantengan las emisiones dentro de límites seguros. Una moratoria sobre las centrales eléctricas de carbón tradicionales sería una actitud inteligente con la que comenzar. Ayudaría a mostrar al mundo que la industria del carbón entiende de verdad las consecuencias científicas de las modalidades actuales de utilización de la energía y está dispuesta a asumir más responsabilidad en pro de la lucha contra el cambio climático.
Es necesario que las personas reunidas a los dos lados del río Vístula contribuyan como les corresponde a la formulación de un acuerdo universal sobre el clima ambicioso y justo de aquí a 2015. Debemos ponernos todos manos a la obra y preparar una vía viable hacia una economía segura y eficaz y con escasas emisiones de carbono.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.