Un enfoque sistémico sobre la estabilidad financiera

HONG KONG – El mes próximo, políticos, líderes empresariales, académicos y representantes de la sociedad civil se reunirán en Kiel, Alemania, para el Simposio Económico Mundial (GES), donde intentarán desarrollar soluciones concretas a los problemas económicos más acuciantes de la actualidad. Una condición fundamental para formular propuestas efectivas será contar con una comprensión global de los factores que determinan (y socavan) la estabilidad financiera mundial.

En la cumbre del año pasado, el diálogo sobre el futuro de la banca central, que enfrentó las metas de inflación a la estabilidad financiera, generó tres soluciones: los bancos centrales deben adoptar un enfoque anticíclico, se debe crear una autoridad monetaria mundial para promover la cooperación multilateral entre los bancos centrales y la estabilidad de los precios debe seguir siendo el objetivo principal de los bancos centrales. Si bien estas soluciones tienen mérito, no bastan para abordar con eficacia las complejas y vastas insuficiencias que llevaron a la crisis financiera mundial de 2007-2009.

La crisis fue un fallo sistémico global en el que se produjeron colapsos en casi todos los niveles, desde la teoría macroeconómica a los microincentivos a instituciones. La profesión de la economía (y las instituciones dentro de la arquitectura financiera existente, incluidas las entidades reguladoras) se había especializado demasiado, adquiriendo rasgos de rigidez y egoísmo. Como resultado, ya no era capaz de dar cuenta de la evolución de los sistemas económicos, con su constante adaptación de las normas, las herramientas y los comportamientos.

Para poder desarrollar políticas efectivas, los bancos centrales deben adoptar un enfoque totalmente nuevo: integral, orientado a los sistemas, flexible y con conciencia social. Tienen que reconocer que, a pesar de la naturaleza cíclica de la actividad económica, no todos los ciclos son iguales y las medidas anticíclicas deben tener en cuenta los factores que dieron origen al ciclo. Más aún, toda solución a las crisis debe incorporar una amplia gama de instrumentos y reformas.

Las políticas monetarias, junto con otras herramientas de mejora de la estabilidad financiera, como las políticas de regulación, tienen por objetivo proteger el valor real del dinero y su eficacia como medio de cambio y depósito de valor. Mientras la estabilidad monetaria presupone la estabilidad de precios, la estabilidad financiera debe garantizar que el valor del dinero no se vaya perdiendo a través de los riesgos crediticios y operacionales, entre otros.

Afortunadamente, los temas en los que se basa el diálogo de este año sobre la banca central y la estabilidad financiera sugieren una comprensión más completa del problema. De hecho, el lema "El futuro de la política monetaria y la reforma de los mercados financieros", implica el reconocimiento de que la política monetaria debe cambiar con el tiempo, además de destacar que la reforma institucional debe estar orientada a mejorar su eficacia.

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Toda solución potencial debe tener en cuenta las consecuencias indeseadas de las medidas que se tomen para garantizar la estabilidad financiera. Por ejemplo, se puede lograr estabilidad al permitir el predominio de los bancos más grandes, al tiempo que se les somete a la exigencia de poseer grandes cantidades de capital de alta calidad para amortiguar las embestidas económicas. Sin embargo es probable que, en el largo plazo, el sector real se vea afectado por rentas monopólicas, niveles inadecuados de competencia y falta de innovación.

Una solución más global se debería centrar en asegurar la estabilidad del sistema en los sectores real y financiero a través de la utilización de herramientas y objetivos de largo plazo, basados ​​en el principio de que las finanzas deben servir al sector real. En otras palabras, la política monetaria y la reforma del mercado financiero deben emprenderse de manera coordinada para alcanzar los objetivos del sector real en cuanto a eficiencia económica, inclusión social y sostenibilidad ambiental.

La acusación implícita contra la actual política monetaria es que, al rescatar al sector financiero de sus locuras (rescate pagado por el sector real), ha dado espacio a las autoridades para aplazar las reformas al sector financiero que permitirían llenar los vacíos normativos y de supervisión y eliminar los incentivos para aprovechar el sistema de manera injusta. Pero la política monetaria y la reforma del sector financiero están sujetas a severas limitaciones que tienen su origen en la falta de correspondencia entre el alcance de las actividades financieras y el de las políticas monetaria y regulatoria.

Los movimientos monetarios y las finanzas se han globalizado gracias a la tecnología, la innovación y la liberalización financiera. Sin embargo, los instrumentos de regulación y ajuste monetario siguen actuando a nivel nacional y, por tanto, insuficiente. En tiempos en que el capital cruza libremente las fronteras, las autoridades nacionales han perdido la capacidad de proteger el valor de su moneda y salvaguardar la estabilidad financiera.

Este modelo se basa en el supuesto de que el mercado financiero global no sufre fricciones y sus actores son libres de acelerar las transacciones y aumentar su apalancamiento a través de operaciones en el exterior y fuera de los libros contables, con el fin de eludir los controles fiscales. Y si quiebran, el sistema rescata a los principales agentes a través de políticas monetarias expansivas, dispersando los costes globalmente.

Si bien una autoridad monetaria o financiera global centralizada ofrecería una solución más completa, la exigencia de que los países cedan parte de su soberanía en asuntos fiscales, monetarios y regulatorios plantea problemas de legitimidad, convirtiéndola en una opción poco probable. De hecho, la actual arquitectura monetaria y financiera del mundo tendría que derrumbarse antes de que sea factible un esquema de esta índole.

Mientras no exista una entidad así, es preciso un enfoque modular para la reforma del sistema (semejante, por ejemplo, a la ley Glass-Steagall que acabó derogándose en Estados Unidos y prohibía a los bancos comerciales participar en la banca de inversiones). Se podría hacer uso de regulaciones macroprudenciales, que son esencialmente controles de capital, para reducir al mínimo los efectos secundarios negativos de los flujos de capital apalancados de libre disposición. Una manera de desacelerar las transacciones financieras sería aplicarles impuestos y exigirles márgenes más altos, mientras que unas relaciones más altas de capital y más bajas de apalancamiento reducirían la carga de endeudamiento en el sistema.

En una realidad sistémica, todo es relativo, ya que cada jugador responde a los demás. Por ende, los arreglos diversos y flexibles en que interactúen distintas normas, reglas y comportamientos que impulsen la competencia, la innovación y la experimentación serán mucho más estables que los sistemas compartimentados rígidos.

Teniendo en cuenta esto, en el GES del mes que viene los líderes mundiales deben hacer hincapié en la búsqueda de soluciones adaptables y con visión de futuro que den cuenta de las fuerzas cambiantes que afectan a la estabilidad monetaria y financiera. Después de todo, cuando se trata de la política monetaria y la reforma del sector financiero, lo permanente no son las herramientas ni los objetivos, sino solo los intereses.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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