Ningún crimen, desde el asesinato del Archiduque Francisco Fernando, ha sacudido a Belgrado como lo ha hecho el homicidio del Primer Ministro serbio Zoran Djindjic. Las balas que mataron a Djindjic también pueden haber acabado con las esperanzas serbias de volver a la normalidad, en el momento mismo en que estábamos saliendo de la pesadilla que fue el largo malgobierno de Slobodan Milosevic. Con las sangrientas guerras de la sucesión yugoslava todavía grabadas profundamente en nuestras mentes, ¿anuncia el asesinato de Djindjic el fin de una era de violencia política, o el comienzo de otra?
Ningún crimen, desde el asesinato del Archiduque Francisco Fernando, ha sacudido a Belgrado como lo ha hecho el homicidio del Primer Ministro serbio Zoran Djindjic. Las balas que mataron a Djindjic también pueden haber acabado con las esperanzas serbias de volver a la normalidad, en el momento mismo en que estábamos saliendo de la pesadilla que fue el largo malgobierno de Slobodan Milosevic. Con las sangrientas guerras de la sucesión yugoslava todavía grabadas profundamente en nuestras mentes, ¿anuncia el asesinato de Djindjic el fin de una era de violencia política, o el comienzo de otra?