CAMBRIDGE – Aunque la solidez de la economía estadounidense en 2010 sigue siendo incierta, es importante pensar en el futuro para ver su probable desempeño en la próxima década. El crecimiento del PIB en los siguientes diez años reflejará el muy positivo efecto de la recuperación definitiva de la profunda desaceleración actual, combinada con un aumento inferior a la tendencia del potencial de producción de la economía a pleno empleo. Cuando sumo todos los componentes principales, llego a la conclusión de que el crecimiento anual en la siguiente década probablemente será de alrededor de 1.9%, aproximadamente el mismo que la tasa promedio de los últimos diez años.
Para entender por qué, empecemos con la recuperación cíclica. Voy a hacer la suposición optimista pero verosímil de que la economía se recuperará completamente en la siguiente década, y la tasa de desempleo se reducirá del 10% actual a alrededor del 5%. El retorno a una situación de pleno empleo también disminuirá el número de personas que, desalentadas por saber que no hay empleos que requieran sus habilidades, han dejado de buscar trabajo (y por consiguiente no cuentan como desempleados).
Esa recuperación cíclica del empleo provocará un crecimiento del PIB de alrededor del 13% en la siguiente década, o un promedio de 1.2% anual. Ello representa un viraje considerable respecto del decenio pasado, cuando la tasa de desempleo aumentó de 4% a 10% y la tasa de participación de la fuerza laboral cayó de 67% a 65%, reduciendo el PIB en aproximadamente un 1.6% por año.
El aumento pleno del PIB combinará el repunte cíclico anual del 1.2% con el aumento del PIB potencial a pleno empleo. El crecimiento del PIB potencial reflejará el incremento estructural de la fuerza laboral, el aumento del capital social y la mejora de la productividad multifactorial (es decir, el cambio en la producción que resulta de las mejoras tecnológicas más que de los aumentos del trabajo y el capital). Aunque hay incertidumbre sobre cada uno de estos componentes del crecimiento, es improbable que su desempeño en los siguientes años sea tan bueno como en las décadas recientes.
Un crecimiento más lento de la población y una disminución de la tasa de participación de la fuerza laboral provocada por la demografía reducirán el aumento del empleo. En efecto, el Departamento del Trabajo estadounidense recientemente pronosticó que la fuerza laboral crecería solamente en un 8% entre 2008 y 2018, por debajo del 12% de los diez años previos. Ese crecimiento de la fuerza laboral aumentará el PIB potencial en sólo aproximadamente un 0.5% por año.
Si bien el capital social se beneficiará de una tasa más alta de ahorros de los hogares, el aumento será contrarrestado por más ahorro negativo del gobierno debido a que el déficit presupuestal sigue siendo alto. La renuencia de los inversionistas extranjeros a seguir acumulando activos en dólares provocará una menor afluencia de capital del resto del mundo.
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Finalmente, el cambio en el PIB potencial dependerá de lo que suceda con la tasa de cambio de la productividad multifactorial –es decir, el cambio en la producción que resulta de cambios en la tecnología y en los procesos de producción. De acuerdo con la OCDE, la productividad multifactorial de los Estados Unidos aumentó a una tasa anual relativamente estable de alrededor de 0.75% entre 1985 y 2000, y luego se disparó a un 1.4% anual de 2001 a 2008. No hay forma de saber si la tasa de crecimiento de la productividad multifactorial seguirá en su nivel actual o volverá al ritmo previo a 2000.
Supongamos un crecimiento más lento de la fuerza laboral que el de la década pasada, ningún aumento de la productividad debido a la acumulación de capital, y que una disminución del crecimiento de la productividad multifactorial respecto a su promedio previo a 2000 implica un crecimiento anual del PIB potencial de tan sólo un 1.4%. Estos supuestos conservadores sobre el PIB potencial combinados con el efecto del repunte cíclico –se estima un aumento anual real en el PIB del 1.2%- producirían un aumento real del PIB a una tasa promedio anual de 2.6%, lo que sería considerablemente mayor a la tasa del 1.9% de la década que finalizó en 2009.
No obstante, no toda la producción adicional de la siguiente década se quedará en los Estados Unidos. Si el déficit comercial se reduce en un 3% del PIB de aquí a finales de la década, el consecuente aumento de las exportaciones y la disminución de las importaciones reduciría la producción disponible para el consumo y la inversión en los Estados Unidos en alrededor de un 0.3% anual.
El efecto de una disminución del dólar durante la siguiente década sería igualmente importante. Si el valor real del dólar, ponderado en función del comercio, baja en un 25% en el decenio próximo, y el efecto total de ese descenso se refleja en los precios de las importaciones, el aumento de los costos de éstas reduciría el crecimiento de los ingresos estadounidenses reales en alrededor de un 0.4% anual.
Estos dos efectos internacionales dejarían un crecimiento neto anual de productos y servicios reales disponibles para el consumo y la inversión estadounidense –tanto de los producidos al interior como de los importados- de apenas un 1.9%, que no implica ningún cambio respecto el decenio pasado. Durante aquellos años, el aumento en el volumen neto de las importaciones solamente equilibró el efecto de la caída del dólar en el costo total de las importaciones. Como resultado, el incremento en el valor real de los bienes y servicios disponible para el consumo y la inversión estadounidense fue el mismo que el aumento del PIB real.
Hay, por supuesto, serios riesgos de inconvenientes en este pronóstico, especialmente si el déficit fiscal sigue estando alto o si las políticas fiscales adversas deprimen el aumento de la productividad. El gobierno debería considerar las previsiones débiles de los diez años próximos como advertencia y razón para concentrarse en políticas que reduzcan el déficit fiscal y fortalezcan los incentivos para el crecimiento.
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Jimmy Carter suffered from the fate of many one-term presidents, who by being defeated are judged to have been unsuccessful. But Carter accomplished more in four years – from the handover of the Panama Canal to the Camp David Peace Accords – than many presidents do in eight.
thinks Jimmy Carter's presidency merits much greater appreciation than it has received.
CAMBRIDGE – Aunque la solidez de la economía estadounidense en 2010 sigue siendo incierta, es importante pensar en el futuro para ver su probable desempeño en la próxima década. El crecimiento del PIB en los siguientes diez años reflejará el muy positivo efecto de la recuperación definitiva de la profunda desaceleración actual, combinada con un aumento inferior a la tendencia del potencial de producción de la economía a pleno empleo. Cuando sumo todos los componentes principales, llego a la conclusión de que el crecimiento anual en la siguiente década probablemente será de alrededor de 1.9%, aproximadamente el mismo que la tasa promedio de los últimos diez años.
Para entender por qué, empecemos con la recuperación cíclica. Voy a hacer la suposición optimista pero verosímil de que la economía se recuperará completamente en la siguiente década, y la tasa de desempleo se reducirá del 10% actual a alrededor del 5%. El retorno a una situación de pleno empleo también disminuirá el número de personas que, desalentadas por saber que no hay empleos que requieran sus habilidades, han dejado de buscar trabajo (y por consiguiente no cuentan como desempleados).
Esa recuperación cíclica del empleo provocará un crecimiento del PIB de alrededor del 13% en la siguiente década, o un promedio de 1.2% anual. Ello representa un viraje considerable respecto del decenio pasado, cuando la tasa de desempleo aumentó de 4% a 10% y la tasa de participación de la fuerza laboral cayó de 67% a 65%, reduciendo el PIB en aproximadamente un 1.6% por año.
El aumento pleno del PIB combinará el repunte cíclico anual del 1.2% con el aumento del PIB potencial a pleno empleo. El crecimiento del PIB potencial reflejará el incremento estructural de la fuerza laboral, el aumento del capital social y la mejora de la productividad multifactorial (es decir, el cambio en la producción que resulta de las mejoras tecnológicas más que de los aumentos del trabajo y el capital). Aunque hay incertidumbre sobre cada uno de estos componentes del crecimiento, es improbable que su desempeño en los siguientes años sea tan bueno como en las décadas recientes.
Un crecimiento más lento de la población y una disminución de la tasa de participación de la fuerza laboral provocada por la demografía reducirán el aumento del empleo. En efecto, el Departamento del Trabajo estadounidense recientemente pronosticó que la fuerza laboral crecería solamente en un 8% entre 2008 y 2018, por debajo del 12% de los diez años previos. Ese crecimiento de la fuerza laboral aumentará el PIB potencial en sólo aproximadamente un 0.5% por año.
Si bien el capital social se beneficiará de una tasa más alta de ahorros de los hogares, el aumento será contrarrestado por más ahorro negativo del gobierno debido a que el déficit presupuestal sigue siendo alto. La renuencia de los inversionistas extranjeros a seguir acumulando activos en dólares provocará una menor afluencia de capital del resto del mundo.
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Finalmente, el cambio en el PIB potencial dependerá de lo que suceda con la tasa de cambio de la productividad multifactorial –es decir, el cambio en la producción que resulta de cambios en la tecnología y en los procesos de producción. De acuerdo con la OCDE, la productividad multifactorial de los Estados Unidos aumentó a una tasa anual relativamente estable de alrededor de 0.75% entre 1985 y 2000, y luego se disparó a un 1.4% anual de 2001 a 2008. No hay forma de saber si la tasa de crecimiento de la productividad multifactorial seguirá en su nivel actual o volverá al ritmo previo a 2000.
Supongamos un crecimiento más lento de la fuerza laboral que el de la década pasada, ningún aumento de la productividad debido a la acumulación de capital, y que una disminución del crecimiento de la productividad multifactorial respecto a su promedio previo a 2000 implica un crecimiento anual del PIB potencial de tan sólo un 1.4%. Estos supuestos conservadores sobre el PIB potencial combinados con el efecto del repunte cíclico –se estima un aumento anual real en el PIB del 1.2%- producirían un aumento real del PIB a una tasa promedio anual de 2.6%, lo que sería considerablemente mayor a la tasa del 1.9% de la década que finalizó en 2009.
No obstante, no toda la producción adicional de la siguiente década se quedará en los Estados Unidos. Si el déficit comercial se reduce en un 3% del PIB de aquí a finales de la década, el consecuente aumento de las exportaciones y la disminución de las importaciones reduciría la producción disponible para el consumo y la inversión en los Estados Unidos en alrededor de un 0.3% anual.
El efecto de una disminución del dólar durante la siguiente década sería igualmente importante. Si el valor real del dólar, ponderado en función del comercio, baja en un 25% en el decenio próximo, y el efecto total de ese descenso se refleja en los precios de las importaciones, el aumento de los costos de éstas reduciría el crecimiento de los ingresos estadounidenses reales en alrededor de un 0.4% anual.
Estos dos efectos internacionales dejarían un crecimiento neto anual de productos y servicios reales disponibles para el consumo y la inversión estadounidense –tanto de los producidos al interior como de los importados- de apenas un 1.9%, que no implica ningún cambio respecto el decenio pasado. Durante aquellos años, el aumento en el volumen neto de las importaciones solamente equilibró el efecto de la caída del dólar en el costo total de las importaciones. Como resultado, el incremento en el valor real de los bienes y servicios disponible para el consumo y la inversión estadounidense fue el mismo que el aumento del PIB real.
Hay, por supuesto, serios riesgos de inconvenientes en este pronóstico, especialmente si el déficit fiscal sigue estando alto o si las políticas fiscales adversas deprimen el aumento de la productividad. El gobierno debería considerar las previsiones débiles de los diez años próximos como advertencia y razón para concentrarse en políticas que reduzcan el déficit fiscal y fortalezcan los incentivos para el crecimiento.