NUEVA YORK – Hace cuarenta y ocho años, mi madre, mi hermana y yo llegamos a los Estados Unidos como refugiados políticos de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Aunque proveníamos de América Latina, nadie nos acusó de violadores ni de comer perros y gatos. Los funcionarios de inmigración fueron amables. Después de que encontramos un pequeño departamento, los vecinos nos llevaron pasteles y la señora del piso de arriba se ofreció para enseñarme a escribir a máquina al tacto.
NUEVA YORK – Hace cuarenta y ocho años, mi madre, mi hermana y yo llegamos a los Estados Unidos como refugiados políticos de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Aunque proveníamos de América Latina, nadie nos acusó de violadores ni de comer perros y gatos. Los funcionarios de inmigración fueron amables. Después de que encontramos un pequeño departamento, los vecinos nos llevaron pasteles y la señora del piso de arriba se ofreció para enseñarme a escribir a máquina al tacto.