WASHINGTON, DC – En cercanías de la elección intermedia de este año en Estados Unidos, el panorama político comienza a estar dominado por el terrorismo interno. Primero, dos semanas antes de la elección, un enfurecido simpatizante de Donald Trump empezó a enviar bombas (hasta un total de catorce) a importantes figuras demócratas y otros blancos de los ataques frecuentes del presidente (ninguna estalló). Después las cosas se pusieron mucho peor, con el asesinato, un sábado, de once judíos en una sinagoga en Pittsburgh. Hoy una opinión pública estadounidense polarizada y temerosa se encuentra con un presidente totalmente incapaz para consolar a la nación (y no muy interesado en hacerlo), y ni hablar de tratar de alejarla del odio y del sectarismo mortal que atizó.
WASHINGTON, DC – En cercanías de la elección intermedia de este año en Estados Unidos, el panorama político comienza a estar dominado por el terrorismo interno. Primero, dos semanas antes de la elección, un enfurecido simpatizante de Donald Trump empezó a enviar bombas (hasta un total de catorce) a importantes figuras demócratas y otros blancos de los ataques frecuentes del presidente (ninguna estalló). Después las cosas se pusieron mucho peor, con el asesinato, un sábado, de once judíos en una sinagoga en Pittsburgh. Hoy una opinión pública estadounidense polarizada y temerosa se encuentra con un presidente totalmente incapaz para consolar a la nación (y no muy interesado en hacerlo), y ni hablar de tratar de alejarla del odio y del sectarismo mortal que atizó.