NUEVA YORK – En 2013, cuando el crítico del Kremlin Alexéi Navalni se enfrentaba a un juicio por acusaciones falsas, recordé cómo mi bisabuelo, el líder soviético Nikita Jrushchov, comparaba a Rusia con un bol lleno de masa. «Si metes la mano hasta el fondo, cuando la sacas queda un pequeño agujero». Pero entonces, «ante tus ojos», la masa vuelve a su estado original: una mezcla «esponjosa e inflada». Más de una década después, la muerte de Navalni en una remota colonia penal del Ártico es prueba de lo poco que han cambiado las cosas.
NUEVA YORK – En 2013, cuando el crítico del Kremlin Alexéi Navalni se enfrentaba a un juicio por acusaciones falsas, recordé cómo mi bisabuelo, el líder soviético Nikita Jrushchov, comparaba a Rusia con un bol lleno de masa. «Si metes la mano hasta el fondo, cuando la sacas queda un pequeño agujero». Pero entonces, «ante tus ojos», la masa vuelve a su estado original: una mezcla «esponjosa e inflada». Más de una década después, la muerte de Navalni en una remota colonia penal del Ártico es prueba de lo poco que han cambiado las cosas.