CIUDAD DEL CABO/LAGOS – África tiene un futuro brillante por delante. La productividad y el crecimiento mejorarán a medida que las economías africanas sigan poniendo énfasis en los servicios y la manufactura, impulsen la producción de productos básicos y logren avances rápidos en la agricultura y la industria ligera.
Pero el éxito de los países africanos presupone que generan y gestionan la energía de manera sostenible para mantenerse al ritmo de la creciente demanda. En los próximos 35 años, la población de África seguirá aumentando, con una proyección de 800 millones de personas en todo el continente que se trasladan del campo a las ciudades. Y los africanos ya están desproporcionadamente expuestos a los efectos adversos del cambio climático, a pesar de que como colectivo son responsables de menos del 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Las áreas urbanas tendrán que reducir las tensiones ambientales mediante la promoción de sistemas energéticos de bajas emisiones de carbono, transportes eléctricos masivos e iniciativas de eficiencia energética, así como el uso de combustibles de cocina más limpios. Y las zonas rurales pueden crear nuevas oportunidades que reduzcan la necesidad de migrar a zonas urbanas, al ampliar los sistemas de energía renovable y el acceso a la energía.
Pero incluso con estas medidas no será fácil proporcionar suficiente energía para una economía moderna e inclusiva. África ya experimenta frecuentes cortes de energía, aunque más de 600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad y la demanda actual es relativamente modesta.
Para evitar los efectos perjudiciales del crecimiento económico con altas emisiones de carbono, África tendrá que someterse a una revolución energética con "inteligencia ecológica". Los países africanos tendrán que construir una infraestructura resistente al clima y aprovechar los abundantes recursos energéticos renovables del continente. Al hacerlo, se ampliará el acceso a la energía, se crearán empleos verdes, se reducirá la contaminación ambiental y se mejorará la seguridad energética mediante la diversificación de las fuentes.
Al mismo tiempo, algunos de los peores efectos del cambio climático representarán un reto a la revolución energética de África. Por ejemplo, a medida que la lluvia se vuelva más errática, puede que disminuyan la producción de energía hidroeléctrica y los ingresos por tal concepto. Este riesgo se puede gestionar modificando los planes de inversión existentes para considerar grandes cambios climáticos. Aun así, para que la región se adapte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que necesitará inversiones anuales de alrededor de $ 7 a 15 mil millones para 2020, y $ 50 mil millones para 2050.
En lugar de tratar los nuevos riesgos climáticos como obstáculos que superar, debemos considerarlos como oportunidades de inversión e innovación. Estamos en el umbral de una nueva era en que el progreso tecnológico nos permite utilizar una gama de opciones de energía convencionales y no convencionales (excluyendo la energía nuclear).
Los países africanos pueden ahora combinar fuentes de energía para adaptarse a las realidades existentes sobre el terreno. A diferencia de las décadas pasadas, ya no tienen que estar ligados a una sola fuente de energía. Y, debido a que gran parte de la infraestructura energética de África sigue por construirse, los gobiernos tienen la oportunidad de definir bien sus políticas de energía e infraestructura desde la primera vez, maximizando así la rentabilidad de la inversión.
Los responsables políticos deben emprender algunos pasos clave para ayudar a transformar el sector energético de África e impulsar el crecimiento económico a largo plazo. Para empezar, la competencia crecería si se hiciera más fácil, seguro y financieramente más atractivo para los inversionistas privados entrar en los mercados de energía, estimulando así la innovación y reduciendo los costes. Además, los países africanos deberían buscar oportunidades de compartir infraestructura y crear matrices energéticas transfronterizas.
Otro paso importante es invertir en energía renovable. África tiene una cartera excepcionalmente rica de activos de energía limpia, con casi nueve teravatios de capacidad solar, más de 350 gigavatios de capacidad hidroeléctrica y más de 100 gigavatios de potencia eólica. En su conjunto, son recursos más que suficientes para satisfacer la demanda futura del continente.
Al mismo tiempo, las fuentes de energía renovable se están volviendo menos costosas y cada vez más competitivas con las alternativas de combustibles fósiles. Por ejemplo, el precio de la energía solar fotovoltaica a gran escala se redujo en África en un 50% entre 2010 y 2014, y continúa bajando. Y el Programa de Adquisiciones de Proveedores Independientes de Energías Renovables de Sudáfrica ha experimentado un descenso general en los precios de oferta y las tasas de sobresuscripción. Mientras tanto, los sistemas innovadores de distribución de electricidad fuera de la red y de la mini-red están transformando el panorama energético del continente, multiplicando las formas de explotar las fuentes de energía limpia y ampliar el acceso a la electricidad para los pobres, especialmente en áreas donde los consumidores están muy dispersos. Empresas como M-kopa y Mobisol han puesto a disposición de miles de hogares africanos pequeños sistemas de energía solar, permitiendo a sus clientes pagar en cuotas a través de sus dispositivos móviles.
Sin embargo, para acelerar el cambio del mercado en la escala que África necesita, se requerirá un mayor financiamiento de las agencias de crédito a la exportación, los bancos de desarrollo, las instituciones financieras comerciales y otras fuentes transfronterizas.
África tiene la oportunidad de atraer a la economía moderna a cientos de millones de personas sin electricidad. Tenemos la oportunidad de ser pioneros en la próxima frontera de las inversiones. Lograr que la transformación energética del continente se haga de manera correcta, mediante una combinación de políticas e inversiones que aumenten la diversidad y fortalezcan la capacidad de recuperación, garantizará un futuro mejor para todos.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
CIUDAD DEL CABO/LAGOS – África tiene un futuro brillante por delante. La productividad y el crecimiento mejorarán a medida que las economías africanas sigan poniendo énfasis en los servicios y la manufactura, impulsen la producción de productos básicos y logren avances rápidos en la agricultura y la industria ligera.
Pero el éxito de los países africanos presupone que generan y gestionan la energía de manera sostenible para mantenerse al ritmo de la creciente demanda. En los próximos 35 años, la población de África seguirá aumentando, con una proyección de 800 millones de personas en todo el continente que se trasladan del campo a las ciudades. Y los africanos ya están desproporcionadamente expuestos a los efectos adversos del cambio climático, a pesar de que como colectivo son responsables de menos del 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Las áreas urbanas tendrán que reducir las tensiones ambientales mediante la promoción de sistemas energéticos de bajas emisiones de carbono, transportes eléctricos masivos e iniciativas de eficiencia energética, así como el uso de combustibles de cocina más limpios. Y las zonas rurales pueden crear nuevas oportunidades que reduzcan la necesidad de migrar a zonas urbanas, al ampliar los sistemas de energía renovable y el acceso a la energía.
Pero incluso con estas medidas no será fácil proporcionar suficiente energía para una economía moderna e inclusiva. África ya experimenta frecuentes cortes de energía, aunque más de 600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad y la demanda actual es relativamente modesta.
Para evitar los efectos perjudiciales del crecimiento económico con altas emisiones de carbono, África tendrá que someterse a una revolución energética con "inteligencia ecológica". Los países africanos tendrán que construir una infraestructura resistente al clima y aprovechar los abundantes recursos energéticos renovables del continente. Al hacerlo, se ampliará el acceso a la energía, se crearán empleos verdes, se reducirá la contaminación ambiental y se mejorará la seguridad energética mediante la diversificación de las fuentes.
Al mismo tiempo, algunos de los peores efectos del cambio climático representarán un reto a la revolución energética de África. Por ejemplo, a medida que la lluvia se vuelva más errática, puede que disminuyan la producción de energía hidroeléctrica y los ingresos por tal concepto. Este riesgo se puede gestionar modificando los planes de inversión existentes para considerar grandes cambios climáticos. Aun así, para que la región se adapte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que necesitará inversiones anuales de alrededor de $ 7 a 15 mil millones para 2020, y $ 50 mil millones para 2050.
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En lugar de tratar los nuevos riesgos climáticos como obstáculos que superar, debemos considerarlos como oportunidades de inversión e innovación. Estamos en el umbral de una nueva era en que el progreso tecnológico nos permite utilizar una gama de opciones de energía convencionales y no convencionales (excluyendo la energía nuclear).
Los países africanos pueden ahora combinar fuentes de energía para adaptarse a las realidades existentes sobre el terreno. A diferencia de las décadas pasadas, ya no tienen que estar ligados a una sola fuente de energía. Y, debido a que gran parte de la infraestructura energética de África sigue por construirse, los gobiernos tienen la oportunidad de definir bien sus políticas de energía e infraestructura desde la primera vez, maximizando así la rentabilidad de la inversión.
Los responsables políticos deben emprender algunos pasos clave para ayudar a transformar el sector energético de África e impulsar el crecimiento económico a largo plazo. Para empezar, la competencia crecería si se hiciera más fácil, seguro y financieramente más atractivo para los inversionistas privados entrar en los mercados de energía, estimulando así la innovación y reduciendo los costes. Además, los países africanos deberían buscar oportunidades de compartir infraestructura y crear matrices energéticas transfronterizas.
Otro paso importante es invertir en energía renovable. África tiene una cartera excepcionalmente rica de activos de energía limpia, con casi nueve teravatios de capacidad solar, más de 350 gigavatios de capacidad hidroeléctrica y más de 100 gigavatios de potencia eólica. En su conjunto, son recursos más que suficientes para satisfacer la demanda futura del continente.
Al mismo tiempo, las fuentes de energía renovable se están volviendo menos costosas y cada vez más competitivas con las alternativas de combustibles fósiles. Por ejemplo, el precio de la energía solar fotovoltaica a gran escala se redujo en África en un 50% entre 2010 y 2014, y continúa bajando. Y el Programa de Adquisiciones de Proveedores Independientes de Energías Renovables de Sudáfrica ha experimentado un descenso general en los precios de oferta y las tasas de sobresuscripción. Mientras tanto, los sistemas innovadores de distribución de electricidad fuera de la red y de la mini-red están transformando el panorama energético del continente, multiplicando las formas de explotar las fuentes de energía limpia y ampliar el acceso a la electricidad para los pobres, especialmente en áreas donde los consumidores están muy dispersos. Empresas como M-kopa y Mobisol han puesto a disposición de miles de hogares africanos pequeños sistemas de energía solar, permitiendo a sus clientes pagar en cuotas a través de sus dispositivos móviles.
Sin embargo, para acelerar el cambio del mercado en la escala que África necesita, se requerirá un mayor financiamiento de las agencias de crédito a la exportación, los bancos de desarrollo, las instituciones financieras comerciales y otras fuentes transfronterizas.
África tiene la oportunidad de atraer a la economía moderna a cientos de millones de personas sin electricidad. Tenemos la oportunidad de ser pioneros en la próxima frontera de las inversiones. Lograr que la transformación energética del continente se haga de manera correcta, mediante una combinación de políticas e inversiones que aumenten la diversidad y fortalezcan la capacidad de recuperación, garantizará un futuro mejor para todos.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen