WASHINGTON, DC – El sector financiero de los Estados Unidos ha mostrado una fuerza renovada en los meses recientes –hablo de fuerza política—al debilitar la mayoría de las propuestas sensatas de reforma de la banca que aún quedan sobre la mesa. El que todavía haya algún progreso se debe a los generosos esfuerzos de un grupo reducido de senadores estadounidenses.
La labor más notable ha sido la del senador Ted Kaufman, demócrata de Delaware (sí, un Estado que favorece a las empresas), quien ha presionado incansablemente para arreglar el mayor problema del sector financiero estadounidense. Kaufman comprende que una reforma exitosa requiere tres ingredientes: argumentos para convencer, la capacidad de reclutar colegas y una buena dosis de suerte que se manifieste en la forma de acontecimientos que resalten los problemas en el momento preciso. En dos de los frentes, Kaufman ha logrado –contra las probabilidades—dar pasos sustanciales.
Mucho antes de que se pusiera de moda, Kaufman insistía en la idea de que el auge de los bienes inmobiliarios en los Estados Unidos estaba alimentado en parte por fraudes generalizados en el conjunto hipotecas-titularización-derivados que en efecto forma el corazón de Wall Street. Esta tesis está cobrando un impulso mucho mayor. Los diarios principales informan de la ampliación de una investigación penal por el gobierno federal—y por el fiscal del Estado de Nueva York—de los créditos hipotecarios y otras prácticas de titulización relacionadas.
Kaufman trabajó el año pasado con los senadores Patrick Leahy y Chuck Grassley para que se aprobara un proyecto de ley con el fin de dar recursos oportunos a los organismos federales de aplicación de la ley que trabajaban sobre los fraudes financieros recientes. Más recientemente, Kaufman se mostró devastador durante sus interrogatorios a los ejecutivos de Goldman Sachs. El senador Carl Levin, presidente del subcomité en el que se rindieron los testimonios, y que evidentemente compartía la opinión de Kaufman, fue igualmente duro tras una investigación que duró un año de Washington Mutual, Goldman y los lamentables fracasos de las instancias de reglamentación bancaria y las agencias de calificación del crédito.
Kaufman dio un golpe aun mayor con su advertencia de los peligros del crecimiento explosivo de las operaciones de alta frecuencia. El principal organismo de vigilancia financiera de los Estados Unidos, la Comisión de Valores y Bolsa (SEC por sus siglas en inglés) no entiende bien esas operaciones, que plantean un riesgo de mercado sistémico. Sus preocupaciones parecen haber sido validadas por el cierre de 20 minutos de las operaciones en Nueva York el 6 de mayo, cuando el mercado de valores falló completamente en su función más básica: la determinación de precios entre compradores y vendedores.
Todavía no sabemos cuál combinación de los programas informáticos y algoritmos de operaciones electrónicas que interactúan en más de 50 centros de mercado fue la que causó esta catástrofe. No obstante, nuestra misma falta de conocimiento confirma cuánto se han rezagado nuestras capacidades de reglamentación y vigilancia con respecto a la “innovación financiera”.
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El enfoque de Kaufman –que se basaba principalmente en pronunciar discursos en el senado—parecía irrelevante o incluso pintoresco a los críticos hasta apenas unas semanas. Ninguna voz importante de Wall Street prestaba atención a sus preocupaciones –y en cambio, elogiaban a los mercados de valores como un ejemplo brillante del buen funcionamiento de la tecnología.
Ahora la gente lo entiende. Como lo reconoció gentilmente el senador Mari Warner, “El senador de Delaware ha enviado una alerta temprana de que las enormes inversiones que han realizado ciertas empresas para tratar de obtener lo que parece ser una ventaja de milésimas de segundo en las operaciones pueden volverse en nuestra contra…Me enorgullece seguir su ejemplo”.
La SEC fue alguna vez un organismo independiente grande y poderoso. En las últimas décadas atravesó por periodos difíciles y apenas ahora un nuevo liderazgo está empezando a poner las cosas en orden. No obstante, aún no recaba de manera rutinaria la información que necesita –operaciones por tiempo y cliente—para comprender las acciones y el impacto de los operadores grandes. Kaufman los ha presionado insistentemente para que hagan más –y para que lo hagan mucho más rápido; es seguro que ahora ellos y muchos otros están prestando atención.
En cuanto a una tercera cuestión, los resultados hasta ahora han sido desiguales. Kaufman defendió la idea de reducir la talla de los bancos estadounidenses más grandes como parte de los esfuerzos globales de reformas financieras. Su labor ayudó a crear apoyo y obligó a que se llevara a cabo en el senado una votación sobre una enmienda copatrocinada por el senador Sherrod Brown que habría impuesto un límite a la talla y el apalancamiento (deuda con respecto a activos) de los bancos.
La enmienda era moderada y completamente razonable y sin embargo fue derrotada 33-61, el mismo 6 de mayo. Tal vez habría obtenido más apoyo unos días después –cuando los senadores fueron testigos del rescate de los gigantescos bancos de la zona euro. De cualquier manera, ha fortalecido el apoyo para otra enmienda patrocinada por los senadores Jeff Merkley y Carl Levin, que restringiría las transacciones por cuenta propia de los megabancos –que coincidentemente es una de las prácticas que presumiblemente forma una parte importante y “oscura” de las operaciones de alta velocidad.
El punto más profundo y fundamental de la crítica de Kaufman de nuestro sistema es la necesidad de tener leyes firmes. No podemos únicamente confiar en que las autoridades de reglamentación hagan lo correcto. En particular, las autoridades de reglamentación no pueden ver a largo plazo y actuar de manera preventiva cuando los mercados son opacos y cuando los poderosos intereses de Wall Street (y sus aliados del Capitolio) pueden cerrar filas y afirmar que no hay problemas.
Desafortunadamente, a pesar de la reciente importancia que ha adquirido en la escena nacional, Kaufman dejará su cargo a finales de este año. A finales de 2008 fue nombrado para ocupar el escaño del vicepresidente Joe Biden y se comprometió entonces a no buscar la reelección.
Cuando se vaya, los elementos peligrosos de Wall Street sin duda respirarán aliviados. Esperemos que para entonces ya haya ayudado a cambiar permanentemente el consenso entre sus colegas –y que con ello quede preparado el terreno para emprender más acciones en el congreso orientadas a establecer salvaguardas más estrictas en el sector financiero.
El legado perdurable de Kaufman será una idea simple y poderosa que para las personas razonables es cada vez más evidente: confiar en la desregulación y el interés propio en los mercados complejos y opacos actuales fracasará por completo en lograr una asignación razonable del capital o en apoyar el espíritu de empresa y el crecimiento. Debemos crear y aplicar leyes que restablezcan la credibilidad de nuestros mercados financieros.
World order is a matter of degree: it varies over time, depending on technological, political, social, and ideological factors that can affect the global distribution of power and influence norms. It can be radically altered both by broader historical trends and by a single major power's blunders.
examines the role of evolving power dynamics and norms in bringing about stable arrangements among states.
Donald Trump has left no doubt that he wants to build an authoritarian, illiberal world order based on traditional spheres of influence and agreements with other illiberal leaders. The only role that the European Union plays in his script is an obstacle that must be pushed aside.
warns that the European Union has no place in Donald Trump’s illiberal worldview.
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WASHINGTON, DC – El sector financiero de los Estados Unidos ha mostrado una fuerza renovada en los meses recientes –hablo de fuerza política—al debilitar la mayoría de las propuestas sensatas de reforma de la banca que aún quedan sobre la mesa. El que todavía haya algún progreso se debe a los generosos esfuerzos de un grupo reducido de senadores estadounidenses.
La labor más notable ha sido la del senador Ted Kaufman, demócrata de Delaware (sí, un Estado que favorece a las empresas), quien ha presionado incansablemente para arreglar el mayor problema del sector financiero estadounidense. Kaufman comprende que una reforma exitosa requiere tres ingredientes: argumentos para convencer, la capacidad de reclutar colegas y una buena dosis de suerte que se manifieste en la forma de acontecimientos que resalten los problemas en el momento preciso. En dos de los frentes, Kaufman ha logrado –contra las probabilidades—dar pasos sustanciales.
Mucho antes de que se pusiera de moda, Kaufman insistía en la idea de que el auge de los bienes inmobiliarios en los Estados Unidos estaba alimentado en parte por fraudes generalizados en el conjunto hipotecas-titularización-derivados que en efecto forma el corazón de Wall Street. Esta tesis está cobrando un impulso mucho mayor. Los diarios principales informan de la ampliación de una investigación penal por el gobierno federal—y por el fiscal del Estado de Nueva York—de los créditos hipotecarios y otras prácticas de titulización relacionadas.
Kaufman trabajó el año pasado con los senadores Patrick Leahy y Chuck Grassley para que se aprobara un proyecto de ley con el fin de dar recursos oportunos a los organismos federales de aplicación de la ley que trabajaban sobre los fraudes financieros recientes. Más recientemente, Kaufman se mostró devastador durante sus interrogatorios a los ejecutivos de Goldman Sachs. El senador Carl Levin, presidente del subcomité en el que se rindieron los testimonios, y que evidentemente compartía la opinión de Kaufman, fue igualmente duro tras una investigación que duró un año de Washington Mutual, Goldman y los lamentables fracasos de las instancias de reglamentación bancaria y las agencias de calificación del crédito.
Kaufman dio un golpe aun mayor con su advertencia de los peligros del crecimiento explosivo de las operaciones de alta frecuencia. El principal organismo de vigilancia financiera de los Estados Unidos, la Comisión de Valores y Bolsa (SEC por sus siglas en inglés) no entiende bien esas operaciones, que plantean un riesgo de mercado sistémico. Sus preocupaciones parecen haber sido validadas por el cierre de 20 minutos de las operaciones en Nueva York el 6 de mayo, cuando el mercado de valores falló completamente en su función más básica: la determinación de precios entre compradores y vendedores.
Todavía no sabemos cuál combinación de los programas informáticos y algoritmos de operaciones electrónicas que interactúan en más de 50 centros de mercado fue la que causó esta catástrofe. No obstante, nuestra misma falta de conocimiento confirma cuánto se han rezagado nuestras capacidades de reglamentación y vigilancia con respecto a la “innovación financiera”.
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Ahora la gente lo entiende. Como lo reconoció gentilmente el senador Mari Warner, “El senador de Delaware ha enviado una alerta temprana de que las enormes inversiones que han realizado ciertas empresas para tratar de obtener lo que parece ser una ventaja de milésimas de segundo en las operaciones pueden volverse en nuestra contra…Me enorgullece seguir su ejemplo”.
La SEC fue alguna vez un organismo independiente grande y poderoso. En las últimas décadas atravesó por periodos difíciles y apenas ahora un nuevo liderazgo está empezando a poner las cosas en orden. No obstante, aún no recaba de manera rutinaria la información que necesita –operaciones por tiempo y cliente—para comprender las acciones y el impacto de los operadores grandes. Kaufman los ha presionado insistentemente para que hagan más –y para que lo hagan mucho más rápido; es seguro que ahora ellos y muchos otros están prestando atención.
En cuanto a una tercera cuestión, los resultados hasta ahora han sido desiguales. Kaufman defendió la idea de reducir la talla de los bancos estadounidenses más grandes como parte de los esfuerzos globales de reformas financieras. Su labor ayudó a crear apoyo y obligó a que se llevara a cabo en el senado una votación sobre una enmienda copatrocinada por el senador Sherrod Brown que habría impuesto un límite a la talla y el apalancamiento (deuda con respecto a activos) de los bancos.
La enmienda era moderada y completamente razonable y sin embargo fue derrotada 33-61, el mismo 6 de mayo. Tal vez habría obtenido más apoyo unos días después –cuando los senadores fueron testigos del rescate de los gigantescos bancos de la zona euro. De cualquier manera, ha fortalecido el apoyo para otra enmienda patrocinada por los senadores Jeff Merkley y Carl Levin, que restringiría las transacciones por cuenta propia de los megabancos –que coincidentemente es una de las prácticas que presumiblemente forma una parte importante y “oscura” de las operaciones de alta velocidad.
El punto más profundo y fundamental de la crítica de Kaufman de nuestro sistema es la necesidad de tener leyes firmes. No podemos únicamente confiar en que las autoridades de reglamentación hagan lo correcto. En particular, las autoridades de reglamentación no pueden ver a largo plazo y actuar de manera preventiva cuando los mercados son opacos y cuando los poderosos intereses de Wall Street (y sus aliados del Capitolio) pueden cerrar filas y afirmar que no hay problemas.
Desafortunadamente, a pesar de la reciente importancia que ha adquirido en la escena nacional, Kaufman dejará su cargo a finales de este año. A finales de 2008 fue nombrado para ocupar el escaño del vicepresidente Joe Biden y se comprometió entonces a no buscar la reelección.
Cuando se vaya, los elementos peligrosos de Wall Street sin duda respirarán aliviados. Esperemos que para entonces ya haya ayudado a cambiar permanentemente el consenso entre sus colegas –y que con ello quede preparado el terreno para emprender más acciones en el congreso orientadas a establecer salvaguardas más estrictas en el sector financiero.
El legado perdurable de Kaufman será una idea simple y poderosa que para las personas razonables es cada vez más evidente: confiar en la desregulación y el interés propio en los mercados complejos y opacos actuales fracasará por completo en lograr una asignación razonable del capital o en apoyar el espíritu de empresa y el crecimiento. Debemos crear y aplicar leyes que restablezcan la credibilidad de nuestros mercados financieros.