La generalizada prescripción de medicamentos para las mentes atribuladas siempre ha acabado mal, desde la época de los opiáceos y la cocaína y pasando por la de los bromuros, los barbitúricos y los tranquilizantes: todos ellos resultaron ser sumamente adictivos, pero sólo después de que durante años los médicos lo negaran. Ahora el problema lo constituyen los antidepresivos: marcas mundiales con nombres familiares en los hogares. En el decenio pasado se han multiplicado por tres las prescripciones. En Inglaterra, ahora la prescripción de antidepresivos iguala a la de Valium en su momento de auge en 1979.
La generalizada prescripción de medicamentos para las mentes atribuladas siempre ha acabado mal, desde la época de los opiáceos y la cocaína y pasando por la de los bromuros, los barbitúricos y los tranquilizantes: todos ellos resultaron ser sumamente adictivos, pero sólo después de que durante años los médicos lo negaran. Ahora el problema lo constituyen los antidepresivos: marcas mundiales con nombres familiares en los hogares. En el decenio pasado se han multiplicado por tres las prescripciones. En Inglaterra, ahora la prescripción de antidepresivos iguala a la de Valium en su momento de auge en 1979.