CIUDAD DE MÉXICO.– Antes de la reciente elección presidencial mexicana, el desinterés público por la situación del país era palpable. Los mexicanos de todos los sectores de la sociedad parecían preocupados por la profundización de la violencia, el anémico crecimiento económico, y el mediocre gobierno del Partido Acción Nacional (PAN). Con 60 000 personas muertas por la guerra contra el narcotráfico, los mexicanos –como los rusos pasados los primeros años de caótica transición democrática con Boris Yeltsin– optaron por una regresión política, sustentada en la nostalgia por el liderazgo de una mano firme, aunque corrupta.
CIUDAD DE MÉXICO.– Antes de la reciente elección presidencial mexicana, el desinterés público por la situación del país era palpable. Los mexicanos de todos los sectores de la sociedad parecían preocupados por la profundización de la violencia, el anémico crecimiento económico, y el mediocre gobierno del Partido Acción Nacional (PAN). Con 60 000 personas muertas por la guerra contra el narcotráfico, los mexicanos –como los rusos pasados los primeros años de caótica transición democrática con Boris Yeltsin– optaron por una regresión política, sustentada en la nostalgia por el liderazgo de una mano firme, aunque corrupta.