SANTIAGO – Allá por los años setenta, el gran economista de la Universidad de Yale Carlos Díaz‑Alejandro solía decir que para los países en desarrollo, la combinación de precios altos para los recursos naturales, bajas tasas de interés en el mundo y abundancia de liquidez internacional sería el equivalente económico a alcanzar el nirvana. Por entonces no había un solo economista serio que creyera posible la llegada de semejante estado de gracia. Pero llegó; y a lo largo de la década pasada, los países productores de bienes transables, como Brasil, Indonesia, Rusia y Sudáfrica, se hicieron un festín con la abundancia de sus beneficios.
SANTIAGO – Allá por los años setenta, el gran economista de la Universidad de Yale Carlos Díaz‑Alejandro solía decir que para los países en desarrollo, la combinación de precios altos para los recursos naturales, bajas tasas de interés en el mundo y abundancia de liquidez internacional sería el equivalente económico a alcanzar el nirvana. Por entonces no había un solo economista serio que creyera posible la llegada de semejante estado de gracia. Pero llegó; y a lo largo de la década pasada, los países productores de bienes transables, como Brasil, Indonesia, Rusia y Sudáfrica, se hicieron un festín con la abundancia de sus beneficios.