ATENAS/BERLÍN – A lo largo y ancho de la Unión Europea y el resto del mundo, muchos gobiernos parecen enfrentarse a un dilema insoluble: las deudas nacionales contraídas se han convertido en una pesada carga que los obliga a recortar gastos y aumentar los impuestos en un intento de reducir el déficit. Pero estas medidas desalientan el consumo, que es necesario para impulsar la actividad económica y el crecimiento. Conforme de la austeridad se pasa a discutir la implementación de medidas que estimulen el crecimiento, la búsqueda del equilibrio justo exige pensar en un modelo impositivo más inteligente.
Cuando los gobiernos se enfrentan a la difícil tarea de cobrar impuestos, suelen pensar en el impuesto sobre la renta, el impuesto de sociedades y el impuesto al valor agregado (IVA). Pero hay también otros mecanismos que permiten recaudar cifras considerables, con un efecto negativo mucho menor en la economía. Son los gravámenes que ya se aplican al consumo de electricidad y combustibles fósiles.
Estos impuestos ya son de por sí fundamentales para la reducción de las emisiones de dióxido de carbono causantes del cambio climático. Pero investigaciones recientes han demostrado que también sirven para recaudar para las arcas públicas sin pagar por ello un alto costo en términos de crecimiento económico.
Cada dólar, cada euro, cada yen recaudado mediante impuestos al uso de energía y a las emisiones repercute menos sobre la economía, el consumo y el nivel de empleo de cualquier país que ese mismo dólar, euro o yen obtenido mediante el impuesto sobre la renta o el IVA. Por ejemplo, un aumento de los impuestos directos (como el que grava la renta personal) puede provocar una reducción del consumo dos veces mayor que el mismo aumento de la recaudación mediante impuestos a la energía y a las emisiones.
Si se quiere revitalizar la actividad económica, es vital mantener un nivel de consumo tan alto como sea posible, y por consiguiente, es igual de importante liberar dinero para el consumo. Los impuestos a la energía y a las emisiones de dióxido carbono permiten recaudar para el fisco y al mismo tiempo dejar la economía mejor preparada para sostener una recuperación. Con los impuestos convencionales también se puede recaudar, pero al costo de un riesgo mucho mayor de deprimir el crecimiento.
Y hay además otras razones para prestar más atención a los impuestos a la energía y a las emisiones. El marco impositivo que se aplica en la actualidad al uso de la energía, particularmente en Europa, es insostenible. Según el combustible del que se trate, la tasa impositiva puede diferir en más del 50% entre países de la UE, lo que provoca grandes distorsiones en el mercado común. Uniformar el tratamiento impositivo de la energía en la UE armonizaría los incentivos económicos, eliminaría el turismo gasolinero (conductores que cruzan la frontera para llenar el tanque a mejor precio) y mejoraría el clima de negocios en todas las economías europeas.
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El aumento del gasto en energía, impulsado por el costo de los combustibles fósiles, es un enorme problema político en muchos países de Europa y del resto del mundo, incluidos los Estados Unidos, donde el precio que pagan los consumidores por la energía se convirtió en un tema central de la campaña presidencial de este año. Pero en comparación con otras formas de imposición, los impuestos a la energía tienen un efecto general benéfico para los consumidores. Las ventajas que se derivan de evitar el impacto negativo de los impuestos convencionales se trasladan a toda la economía, especialmente porque las familias menos pudientes conservan un nivel de ingresos disponibles mayor.
En la mayoría de los casos, los impuestos a la energía y a las emisiones los cobran los gobiernos nacionales. Pero en Europa hay otra opción de recaudación: el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea (o por sus siglas en inglés, EU ETS). A igualdad de ingresos, el costo (medido por el efecto sobre el PIB y el empleo) de usar el EU ETS para aumentar los ingresos fiscales sería hasta un tercio menor que con el impuesto sobre la renta o el IVA.
En vista del déficit fiscal que aqueja a Europa y el impacto económico que supone su reducción, esta propuesta encierra una ventaja potencial enorme. Pero para poder aprovecharla, hay que resolver antes los problemas que mantienen deprimido el precio de los derechos de emisión de dióxido de carbono: es fundamental eliminar del EU ETS la enorme sobreasignación de permisos que hay en la actualidad.
Los ministros de finanzas de todo el mundo necesitan ser más imaginativos a la hora de pensar en las opciones de recaudación disponibles. Los impuestos a la energía y a las emisiones pueden producir menos daño económico y más ventajas que los gravámenes convencionales. Europa necesita consolidación fiscal, reducción de las emisiones de dióxido de carbono y una estrategia de crecimiento económico. Para conseguir las tres cosas, habría que prestar más atención a los impuestos a la energía y a hacer más eficaz el EU ETS.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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ATENAS/BERLÍN – A lo largo y ancho de la Unión Europea y el resto del mundo, muchos gobiernos parecen enfrentarse a un dilema insoluble: las deudas nacionales contraídas se han convertido en una pesada carga que los obliga a recortar gastos y aumentar los impuestos en un intento de reducir el déficit. Pero estas medidas desalientan el consumo, que es necesario para impulsar la actividad económica y el crecimiento. Conforme de la austeridad se pasa a discutir la implementación de medidas que estimulen el crecimiento, la búsqueda del equilibrio justo exige pensar en un modelo impositivo más inteligente.
Cuando los gobiernos se enfrentan a la difícil tarea de cobrar impuestos, suelen pensar en el impuesto sobre la renta, el impuesto de sociedades y el impuesto al valor agregado (IVA). Pero hay también otros mecanismos que permiten recaudar cifras considerables, con un efecto negativo mucho menor en la economía. Son los gravámenes que ya se aplican al consumo de electricidad y combustibles fósiles.
Estos impuestos ya son de por sí fundamentales para la reducción de las emisiones de dióxido de carbono causantes del cambio climático. Pero investigaciones recientes han demostrado que también sirven para recaudar para las arcas públicas sin pagar por ello un alto costo en términos de crecimiento económico.
Cada dólar, cada euro, cada yen recaudado mediante impuestos al uso de energía y a las emisiones repercute menos sobre la economía, el consumo y el nivel de empleo de cualquier país que ese mismo dólar, euro o yen obtenido mediante el impuesto sobre la renta o el IVA. Por ejemplo, un aumento de los impuestos directos (como el que grava la renta personal) puede provocar una reducción del consumo dos veces mayor que el mismo aumento de la recaudación mediante impuestos a la energía y a las emisiones.
Si se quiere revitalizar la actividad económica, es vital mantener un nivel de consumo tan alto como sea posible, y por consiguiente, es igual de importante liberar dinero para el consumo. Los impuestos a la energía y a las emisiones de dióxido carbono permiten recaudar para el fisco y al mismo tiempo dejar la economía mejor preparada para sostener una recuperación. Con los impuestos convencionales también se puede recaudar, pero al costo de un riesgo mucho mayor de deprimir el crecimiento.
Y hay además otras razones para prestar más atención a los impuestos a la energía y a las emisiones. El marco impositivo que se aplica en la actualidad al uso de la energía, particularmente en Europa, es insostenible. Según el combustible del que se trate, la tasa impositiva puede diferir en más del 50% entre países de la UE, lo que provoca grandes distorsiones en el mercado común. Uniformar el tratamiento impositivo de la energía en la UE armonizaría los incentivos económicos, eliminaría el turismo gasolinero (conductores que cruzan la frontera para llenar el tanque a mejor precio) y mejoraría el clima de negocios en todas las economías europeas.
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El aumento del gasto en energía, impulsado por el costo de los combustibles fósiles, es un enorme problema político en muchos países de Europa y del resto del mundo, incluidos los Estados Unidos, donde el precio que pagan los consumidores por la energía se convirtió en un tema central de la campaña presidencial de este año. Pero en comparación con otras formas de imposición, los impuestos a la energía tienen un efecto general benéfico para los consumidores. Las ventajas que se derivan de evitar el impacto negativo de los impuestos convencionales se trasladan a toda la economía, especialmente porque las familias menos pudientes conservan un nivel de ingresos disponibles mayor.
En la mayoría de los casos, los impuestos a la energía y a las emisiones los cobran los gobiernos nacionales. Pero en Europa hay otra opción de recaudación: el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea (o por sus siglas en inglés, EU ETS). A igualdad de ingresos, el costo (medido por el efecto sobre el PIB y el empleo) de usar el EU ETS para aumentar los ingresos fiscales sería hasta un tercio menor que con el impuesto sobre la renta o el IVA.
En vista del déficit fiscal que aqueja a Europa y el impacto económico que supone su reducción, esta propuesta encierra una ventaja potencial enorme. Pero para poder aprovecharla, hay que resolver antes los problemas que mantienen deprimido el precio de los derechos de emisión de dióxido de carbono: es fundamental eliminar del EU ETS la enorme sobreasignación de permisos que hay en la actualidad.
Los ministros de finanzas de todo el mundo necesitan ser más imaginativos a la hora de pensar en las opciones de recaudación disponibles. Los impuestos a la energía y a las emisiones pueden producir menos daño económico y más ventajas que los gravámenes convencionales. Europa necesita consolidación fiscal, reducción de las emisiones de dióxido de carbono y una estrategia de crecimiento económico. Para conseguir las tres cosas, habría que prestar más atención a los impuestos a la energía y a hacer más eficaz el EU ETS.
Traducción: Esteban Flamini