NUEVA YORK – La solución al cambio climático creado por el hombre depende de la transición a una producción de electricidad que, a diferencia de quemar petróleo, gas natural y carbón, emita nada o casi nada de dióxido de carbono, gas de invernadero que es el principal responsable del calentamiento global. Es posible producir electricidad de bajas emisiones de carbono mediante energía solar, nuclear y eólica, o mediante plantas energéticas a carbón que capturen y guarden sus emisiones de CO2.
El problema de política es sencillo: el carbón es una fuente de energía más barata y fácil de usar que sus alternativas. Es barata porque es abundante y su uso es más fácil que la energía eólica o solar porque puede proporcionar electricidad de manera ininterrumpida, independientemente de las condiciones climáticas.
Para salvar el planeta, necesitamos convencer a los proveedores de energía de que adopten fuentes con bajas emisiones de carbono, a pesar del menor precio del carbón y su mayor facilidad de uso. La manera obvia es aplicar impuestos al carbón o exigir a las plantas energéticas que cuenten con permisos para el uso del carbón, y fijar el impuesto o el precio del permiso lo suficientemente alto como para inducir un cambio hacia alternativas de bajas emisiones.
Supongamos que el carbón produce electricidad a un coste de $0,06 por kilovatio-hora, mientras la energía solar cuesta $0,16/kilovatio-hora. El impuesto a la electricidad basada en carbón tendría que ser de $0,10/kilovatio-hora. En tal caso, los consumidores pagarían $0,16/kilovatio-hora por cualquiera de los dos tipos de energía. Las empresas de servicios públicos pasarían entonces a usar energía solar. Sin embargo, en este caso el cambio más que duplicaría la factura de electricidad.
Los políticos son renuentes a aplicar un impuesto así, ya que temen sus consecuencias políticas. Por años esto ha limitado en los Estados Unidos el avance hacia una economía de bajas emisiones de carbono. Sin embargo, varios países europeos han introducido con éxito la idea de un "arancel de alimentación", que proporciona el núcleo de una solución aceptable en el largo plazo.
Un arancel de alimentación subsidia la fuente de bajas emisiones de carbono en lugar de aplicar impuestos a la fuente de energía de altas emisiones. En nuestro ejemplo, el gobierno pagaría un subsidio de $0,10/kilovatios-hora a la planta de energía solar para compensar la diferencia entre el precio al consumidor de $0,06 y el coste de producción de $0,16. El precio al consumidor sigue siendo el mismo, pero el gobierno debe pagar de algún modo el subsidio.
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La siguiente es otra manera. Supongamos que aplicamos un pequeño impuesto a las plantas de energía carbón existentes para pagar el subsidio solar y luego subimos gradualmente las facturas de electricidad de los consumidores a medida que más y más plantas solares entran en funcionamiento. El precio que se cobraría a los consumidores aumentaría gradualmente de $0,06/kilovatio-hora al coste completo de $0,16/kilovatio-hora, pero a lo largo de un periodo de adaptación de, digamos, 40 años (el periodo de vida útil de la más nuerva de las plantas a carbón actuales).
Partamos del supuesto de que en 2010 todo el sistema de electricidad se basa en carbón y que el precio de la electricidad que pagan los consumidores es $0,06/kilovatio-hora. Para 2014, supongamos que se ha logrado un 10% de la transición de 40 años a la energía solar. El precio al consumidor se eleva en un 10% de la diferencia entre $0,06 y $0,16, es decir, llega a los $0,07/kilovatio-hora.
El impuesto al carbón se fija entonces a $0,01/kilovatio-hora, lo que basta justo para pagar el subsidio solar que se necesita de $0,09/kilovatio-hora. Los productores solares cubren totalmente sus costes de $0,16/kilovatio-hora, puesto que venden energía a los consumidores a $0,07/kilovatio-hora y reciben un subsidio de $0,09/kilovatio-hora. Un pequeño impuesto al carbón puede sustentar un gran subsidio a la energía solar.
Supongamos además que para 2030 la transición a una economía de bajas emisiones de carbono está a medio camino. Ahora el precio al consumidor de la electricidad es $0,11, exactamente la mitad entre $0,06 y $0,16. El impuesto al carbón se ha elevado a $0,05/kilovatio-hora, justo lo suficiente para cubrir el subsidio solar de $0,05/kilovatio-hora. Una vez más. los productores de energía solar cubren sus costes exactamente, puesto que el subsidio de $0,05/kilovatio-hora cierra la brecha entre el precio al consumidor ($0,11/kilovatio-hora) y el coste de producción ($0,16/kilovatio-hora).
Finalmente, asumamos que para 2050 toda la producción de electricidad ha hecho la transición a fuente de energía de bajas emisiones de carbono. El precio al consumidor finalmente llega a $0,16/kilovatio-hora, suficiente como para cubrir todo el coste de la energía solar sin ningún subsidio.
Este enfoque permite que los mayores precios de la electricidad que deban pagar los consumidores se eleven gradualmente y, al mismo tiempo, establece incentivos fuertes e inmediatos para la adopción de la energía solar. Más aún, el presupuesto del gobierno se equilibra cada año, por lo que el impuesto al carbón paga el subsidio solar.
La transformación real que ocurrirá en los próximos años tendrá una ventaja importante en comparación con esta ilustración. Puede que las plantas de energía solar actuales cuesten $0,10/kilovatio-hora más que las de carbón, pero serán mucho menos costosas en el futuro, a medida que mejore su tecnología. Así, la magnitud de los subsidios que se necesiten en una década o dos será menor que en la actualidad.
Los debates sobre la energía en Estados Unidos, Australia y otros países se han centrado hasta ahora en introducir un complicado sistema de intercambio de derechos de emisiones de carbono. Todo usuario importante de combustibles fósiles tendría que comprar derechos para emitir CO2, los que se transarían en un mercado especial. El precio de mercado de los derechos sería equivalente a pagar un impuesto sobre las emisiones de CO2.
Lamentablemente, estos sistemas son difíciles de manejar y no dan señales claras acerca de sus precios en el futuro. Europa ha adoptado dicho sistema, pero otras partes del mundo lo han rechazado una y otra vez. De hecho, los mayores éxitos de Europa en la promoción de energía de bajas emisiones de carbono proceden de sus aranceles de alimentación, y los impuestos al carbón en algunos países, más que del sistema de intercambio de derechos de emisión.
Ha llegado el momento de que EE.UU., China, India y otras grandes economías declaren cómo promoverán su propia transición a una economía con bajas emisiones de carbono. En los Estados Unidos, podría ganar apoyo político un impuesto pequeño y que aumente progresivamente para financiar un sistema de aranceles de alimentación, lo que además podría ayudar a generar consenso entre las principales economías basadas en plantas energéticas que utilizan carbón, incluidas China e India.
Como vemos, sí hay soluciones eficaces de largo plazo al cambio climático producido por el hombre y que son políticamente aceptables y factibles de implementar. Es hora de que las adoptemos.
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At the end of a year of domestic and international upheaval, Project Syndicate commentators share their favorite books from the past 12 months. Covering a wide array of genres and disciplines, this year’s picks provide fresh perspectives on the defining challenges of our time and how to confront them.
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NUEVA YORK – La solución al cambio climático creado por el hombre depende de la transición a una producción de electricidad que, a diferencia de quemar petróleo, gas natural y carbón, emita nada o casi nada de dióxido de carbono, gas de invernadero que es el principal responsable del calentamiento global. Es posible producir electricidad de bajas emisiones de carbono mediante energía solar, nuclear y eólica, o mediante plantas energéticas a carbón que capturen y guarden sus emisiones de CO2.
El problema de política es sencillo: el carbón es una fuente de energía más barata y fácil de usar que sus alternativas. Es barata porque es abundante y su uso es más fácil que la energía eólica o solar porque puede proporcionar electricidad de manera ininterrumpida, independientemente de las condiciones climáticas.
Para salvar el planeta, necesitamos convencer a los proveedores de energía de que adopten fuentes con bajas emisiones de carbono, a pesar del menor precio del carbón y su mayor facilidad de uso. La manera obvia es aplicar impuestos al carbón o exigir a las plantas energéticas que cuenten con permisos para el uso del carbón, y fijar el impuesto o el precio del permiso lo suficientemente alto como para inducir un cambio hacia alternativas de bajas emisiones.
Supongamos que el carbón produce electricidad a un coste de $0,06 por kilovatio-hora, mientras la energía solar cuesta $0,16/kilovatio-hora. El impuesto a la electricidad basada en carbón tendría que ser de $0,10/kilovatio-hora. En tal caso, los consumidores pagarían $0,16/kilovatio-hora por cualquiera de los dos tipos de energía. Las empresas de servicios públicos pasarían entonces a usar energía solar. Sin embargo, en este caso el cambio más que duplicaría la factura de electricidad.
Los políticos son renuentes a aplicar un impuesto así, ya que temen sus consecuencias políticas. Por años esto ha limitado en los Estados Unidos el avance hacia una economía de bajas emisiones de carbono. Sin embargo, varios países europeos han introducido con éxito la idea de un "arancel de alimentación", que proporciona el núcleo de una solución aceptable en el largo plazo.
Un arancel de alimentación subsidia la fuente de bajas emisiones de carbono en lugar de aplicar impuestos a la fuente de energía de altas emisiones. En nuestro ejemplo, el gobierno pagaría un subsidio de $0,10/kilovatios-hora a la planta de energía solar para compensar la diferencia entre el precio al consumidor de $0,06 y el coste de producción de $0,16. El precio al consumidor sigue siendo el mismo, pero el gobierno debe pagar de algún modo el subsidio.
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Partamos del supuesto de que en 2010 todo el sistema de electricidad se basa en carbón y que el precio de la electricidad que pagan los consumidores es $0,06/kilovatio-hora. Para 2014, supongamos que se ha logrado un 10% de la transición de 40 años a la energía solar. El precio al consumidor se eleva en un 10% de la diferencia entre $0,06 y $0,16, es decir, llega a los $0,07/kilovatio-hora.
El impuesto al carbón se fija entonces a $0,01/kilovatio-hora, lo que basta justo para pagar el subsidio solar que se necesita de $0,09/kilovatio-hora. Los productores solares cubren totalmente sus costes de $0,16/kilovatio-hora, puesto que venden energía a los consumidores a $0,07/kilovatio-hora y reciben un subsidio de $0,09/kilovatio-hora. Un pequeño impuesto al carbón puede sustentar un gran subsidio a la energía solar.
Supongamos además que para 2030 la transición a una economía de bajas emisiones de carbono está a medio camino. Ahora el precio al consumidor de la electricidad es $0,11, exactamente la mitad entre $0,06 y $0,16. El impuesto al carbón se ha elevado a $0,05/kilovatio-hora, justo lo suficiente para cubrir el subsidio solar de $0,05/kilovatio-hora. Una vez más. los productores de energía solar cubren sus costes exactamente, puesto que el subsidio de $0,05/kilovatio-hora cierra la brecha entre el precio al consumidor ($0,11/kilovatio-hora) y el coste de producción ($0,16/kilovatio-hora).
Finalmente, asumamos que para 2050 toda la producción de electricidad ha hecho la transición a fuente de energía de bajas emisiones de carbono. El precio al consumidor finalmente llega a $0,16/kilovatio-hora, suficiente como para cubrir todo el coste de la energía solar sin ningún subsidio.
Este enfoque permite que los mayores precios de la electricidad que deban pagar los consumidores se eleven gradualmente y, al mismo tiempo, establece incentivos fuertes e inmediatos para la adopción de la energía solar. Más aún, el presupuesto del gobierno se equilibra cada año, por lo que el impuesto al carbón paga el subsidio solar.
La transformación real que ocurrirá en los próximos años tendrá una ventaja importante en comparación con esta ilustración. Puede que las plantas de energía solar actuales cuesten $0,10/kilovatio-hora más que las de carbón, pero serán mucho menos costosas en el futuro, a medida que mejore su tecnología. Así, la magnitud de los subsidios que se necesiten en una década o dos será menor que en la actualidad.
Los debates sobre la energía en Estados Unidos, Australia y otros países se han centrado hasta ahora en introducir un complicado sistema de intercambio de derechos de emisiones de carbono. Todo usuario importante de combustibles fósiles tendría que comprar derechos para emitir CO2, los que se transarían en un mercado especial. El precio de mercado de los derechos sería equivalente a pagar un impuesto sobre las emisiones de CO2.
Lamentablemente, estos sistemas son difíciles de manejar y no dan señales claras acerca de sus precios en el futuro. Europa ha adoptado dicho sistema, pero otras partes del mundo lo han rechazado una y otra vez. De hecho, los mayores éxitos de Europa en la promoción de energía de bajas emisiones de carbono proceden de sus aranceles de alimentación, y los impuestos al carbón en algunos países, más que del sistema de intercambio de derechos de emisión.
Ha llegado el momento de que EE.UU., China, India y otras grandes economías declaren cómo promoverán su propia transición a una economía con bajas emisiones de carbono. En los Estados Unidos, podría ganar apoyo político un impuesto pequeño y que aumente progresivamente para financiar un sistema de aranceles de alimentación, lo que además podría ayudar a generar consenso entre las principales economías basadas en plantas energéticas que utilizan carbón, incluidas China e India.
Como vemos, sí hay soluciones eficaces de largo plazo al cambio climático producido por el hombre y que son políticamente aceptables y factibles de implementar. Es hora de que las adoptemos.