pa3429c.jpg Paul Lachine

La era del calor

BERLÍN – Este abril fue el abril más caluroso del que se tenga cuenta, a nivel global, en por lo menos 130 años, según los registros de temperaturas mundiales que lleva la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por su sigla en inglés). El último año constituyó el período de 12 meses más caluroso desde que se dio inicio a las mediciones.

Eso es lo que demuestran los datos de las estaciones y los barcos meteorológicos. Pero si prefieren los datos satelitales, el panorama es similar. Los datos satelitales dicen que este marzo es el marzo más caluroso de la historia, mientras que abril es el segundo más caluroso; los datos de la superficie son exactamente inversos: marzo fue el segundo mes más caluroso después de abril.

Por supuesto, más importante aún desde un punto de vista científico son las tendencias a largo plazo. En los últimos 30 años –hasta ahí se remontan las mediciones satelitales-, la tendencia es claramente ascendente y similar en magnitud en todos los grupos de datos disponibles.

Si todavía tienen dudas de que el planeta se está recalentando, miren cómo se reducen los glaciares de montaña en todo el mundo, o cómo se achica la capa de hielo marítimo en el Océano Ártico, que en los últimos veranos se contrajo a poco más de la mitad del tamaño que tenía en los años 1970.

¿Qué está causando este calentamiento climático? La física nos dice: si quieren saber por qué el clima se está volviendo más cálido, busquen la fuente de calor. (Esa es una consecuencia de la primera ley de termodinámica: la energía siempre se conserva). Entonces tenemos que analizar el equilibrio de calor de nuestro planeta para entender la razón del calentamiento.

Es algo sorprendentemente simple: sólo existe una fuente de calor entrante, que es la radiación del sol (que es luz ampliamente visible, o lo que los físicos llaman radiación de onda corta). Y hay una sola forma de calor que abandona el planeta y que es el calor radiactivo (que es invisible, o lo que los físicos llaman radiación de onda larga). Ambas son básicamente el mismo fenómeno físico; la diferencia en la longitud de onda sólo se produce porque el sol es mucho más caliente que la Tierra. 

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Ahora bien, ¿los cambios en la radiación solar podrían explicar el calentamiento del planeta? Las mediciones de la radiación solar entrante demuestran que no ha aumentado en los últimos 50 años –de hecho, los registros incluso muestran una pequeña reducción-. Pero la característica predominante en los registros es la recurrencia de los ciclos de radiación solar que duran aproximadamente 11 años (llamados ciclos Schwabe, por el astrónomo que los descubrió en 1843).

En los últimos años, hemos estado en el mínimo más profundo y más duradero de un ciclo Schwabe desde que comenzaron las mediciones satelitales. Así es la cosa: mientras las temperaturas globales están en un máximo histórico, el sol nunca estuvo tan tenue en décadas. Los cambios en la actividad solar claramente no explican el calentamiento global.

Sin embargo, eso da lugar a otro factor que afecta la radiación solar entrante: cuánto se refleja de vuelta en el espacio a través del hielo, la nieve, las nubes, las arenas desérticas y otras superficies brillantes tipo espejo. De hecho, una parte del calentamiento observado se debe a un menor reflejo, ya que la cubierta de nieve y hielo se ha achicado. Esto permite que el sistema climático absorba más calor solar, razón por la cual el Ártico se ha calentado a un ritmo más rápido que otras partes del mundo.

Pero la reducción de la cubierta de nieve y hielo en sí misma es una consecuencia del calentamiento, de modo que un menor reflejo de los rayos solares no es la principal causa del calentamiento. Más bien, es una respuesta que amplifica el calentamiento.

Los seres humanos hemos alterado el brillo de la Tierra –visto desde el espacio- de maneras más directas. Pero convertir la selva en tierra de cultivo (que es mucho más brillante que la selva) e incorporar partículas de smog a la atmósfera (que reflejan la luz solar) ha aumentado el reflejo de la radiación solar, tendiendo así a compensar parte del calentamiento global que, de otra manera, se habría producido.

De manera que nos queda la segunda parte del presupuesto de calor planetario: el calor radiactivo que emana al espacio. Eso se puede cambiar lanzando a la atmósfera gases que atrapen el calor –los llamados gases de tipo invernadero, que absorben la radiación de onda larga cuando sale y envían parte de vuelta hacia la superficie.

La importancia de este “efecto invernadero” se conoce en la ciencia desde el siglo XIX, cuando Joseph Fourier acuñó el término. Quizá nadie lo haya descripto más sucintamente que el físico británico John Tyndall, que fue el primero en medir el efecto en su laboratorio en 1859 para una serie de gases, entre ellos el CO2. Tyndall escribió: “La atmósfera admite el ingreso del calor solar, pero controla su salida; y el resultado es una tendencia a acumular calor en la superficie del planeta”.

Sabemos a partir de mediciones que los gases de tipo invernadero se acumulan en la atmósfera de la Tierra. Los niveles de dióxido de carbono son un tercio superiores hoy que en cualquier momento del último millón de años, debido a nuestras emisiones industriales. Podemos calcular en qué medida esto cambió el equilibrio de calor de la Tierra. A saber: sólo tanto como para explicar el calentamiento observado. Esta es una de las varias razones por las que prácticamente ningún científico climático serio duda de que los gases de tipo invernadero sean la causa del calentamiento global.

De hecho, este calentamiento se predijo antes de que se lo observara. El incremento de los niveles de CO2 se conoce desde 1960. En 1975, el climatólogo norteamericano Wallace Broecker publicó un documento en la revista Science, titulado “¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?” Allí él correctamente predecía “que la actual tendencia al enfriamiento, en una década aproximadamente, dará lugar a un pronunciado calentamiento inducido por el dióxido de carbono”, y que “a principios del próximo siglo, el CO2 habrá llevado la temperatura planetaria mediana más allá de los límites experimentados durante los últimos 1.000 años”. Broecker predijo un calentamiento global general de 0,8ºC en el siglo XX. Estaba absolutamente en lo cierto.

Muchos se organizan para oponerse a la ciencia del calentamiento global. Pero las leyes de la física no se rinden ante la oposición: en los últimos 35 años, el calentamiento global efectivamente se desarrolló tal como predijo la ciencia. Muy probablemente seguirá haciéndolo hasta que lo frenemos reduciendo las emisiones de CO2.

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