CAMBRIDGE – Desde la crisis financiera global, los reguladores se han esforzado por hacer que los grandes bancos del mundo sean más seguros. El problema fundamental es bien conocido: los bancos más importantes tienen grandes incentivos para asumir un riesgo excesivo. Si sus apuestas riesgosas resultan bien, sus accionistas se benefician considerablemente, al igual que los CEO y los gerentes sénior de los bancos, que son recompensados extremadamente bien en acciones bancarias. Si las apuestas no arrojan buenos resultados y los bancos quiebran, el gobierno probablemente termine pagando la cuenta.
CAMBRIDGE – Desde la crisis financiera global, los reguladores se han esforzado por hacer que los grandes bancos del mundo sean más seguros. El problema fundamental es bien conocido: los bancos más importantes tienen grandes incentivos para asumir un riesgo excesivo. Si sus apuestas riesgosas resultan bien, sus accionistas se benefician considerablemente, al igual que los CEO y los gerentes sénior de los bancos, que son recompensados extremadamente bien en acciones bancarias. Si las apuestas no arrojan buenos resultados y los bancos quiebran, el gobierno probablemente termine pagando la cuenta.