SAN JOSÉ, COSTA RICA – Un argumento que se repite comúnmente para hacer algo sobre el cambio climático suena convincente, pero resulta ser casi fraudulento. Se basa en comparar el costo de la acción con el costo de la inacción, y casi todos los políticos prominentes del mundo lo utilizan.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, por ejemplo, utilizó este argumento cuando presentó la propuesta de la Unión Europea para abordar el cambio climático a principios de este año. La UE prometió reducir sus emisiones de CO2 en un 20% para 2020, a un costo que las propias estimaciones de la Comisión ubicaron en alrededor del 0,5% del PBI, o aproximadamente 60.000 millones de euros por año. Se trata, obviamente, de un valor importante –al menos un incremento del 50% en el costo total de la UE- y probablemente sea mucho mayor (la Comisión previamente estimó que el costo duplicaría su estimación actual).
Pero la frase de remate de Barroso fue que “el costo es bajo comprador con el alto precio de la inacción”. Por cierto, pronosticó que el precio de no hacer nada “podría incluso rondar el 20% del PBI”. (No importa que esta estimación de costo quizás esté excesivamente sobreestimada –la mayoría de los modelos arrojan daños de aproximadamente el 3%).
Así están las cosas. Por supuesto, los políticos deberían estar dispuestos a gastar 0,5% del PBI para evitar un costo del 20% del PBI. Esto suena evidentemente sensato –hasta que uno se da cuenta de que Barroso está comparando dos cuestiones enteramente diferentes.
El gasto del 0,5% del PBI reducirá las emisiones mínimamente (si todos en la UE realmente cumplen con lo que se les exige durante el resto del siglo, las emisiones globales caerán aproximadamente el 4%). Esto reducirá el incremento de temperatura esperado para fines de siglo en apenas cinco centésimas de un grado Celsius (nueve centésimas de un grado Fahrenheit). En consecuencia, el programa inmensamente ambicioso de la UE no frenará ni afectará significativamente el calentamiento global.
En otras palabras, si Barroso teme costos del 20% del PBI en el año 2100, el pago de 0,5% cada año de este siglo prácticamente no hará nada para cambiar ese costo. Para fin de siglo todavía tendríamos que pagar, sólo que también nos habremos vuelto más pobres en los 90 años anteriores.
El truco funciona porque suponemos que la acción cancelará todos los efectos de la inacción, mientras que, obviamente, nada de eso es verdad. Las cosas se vuelven mucho más claras si nos referimos a una acción mucho menor de la que imagina Barroso.
Por ejemplo, supongamos que la UE decide colocar una turbina de viento cubierta de diamantes en la sede central de Berlaymont, que permitirá ahorrar una tonelada de CO2 por año. El costo será de 1.000 millones de dólares, pero la UE dice que es increíblemente barato si se lo compara con el costo de la inacción en materia de cambio climático, que rondará los billones de dólares. Debería resultar obvio que la turbina de viento de 1.000 millones de dólares no elimina los billones de dólares de daños causados por el cambio climático que aún tendremos que pagar para fin de este siglo.
El argumento de la UE es algo así como aconsejarle a un hombre que tiene una pierna con gangrena que pagar 50.000 dólares por una aspirina es un buen trato ya que el costo es comparativamente favorable en relación al costo de la inacción, que es perder la pierna. Por supuesto, la aspirina no impide ese desenlace. El argumento de la inacción es terriblemente negligente, porque nos hace recomendar la aspirina y perder de vista acciones más inteligentes que podrían realmente salvar la pierna.
De la misma manera, es negligente concentrarnos en reducir de manera ineficiente el CO2 hoy en función de costos en el futuro distante que, a decir verdad, no se evitarán. Esto hace que nos dejemos de concentrar en estrategias a largo plazo, como invertir en investigación y desarrollo en el terreno de la energía, que realmente solucionarían el cambio climático y a un costo mucho menor.
Si Barroso fuera el único, tal vez podríamos dejar pasar sus declaraciones, pero los políticos influyentes utilizan el mismo argumento una y otra vez. Angela Merkel de Alemania dice que “tiene sentido económico” reducir el CO2, porque “las consecuencias económicas de la inacción serán dramáticas para todos nosotros”. Kevin Rudd de Australia coincide en que “el costo de la inacción será mucho mayor que el costo de la acción”. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, expresó públicamente las mismas palabras. En Estados Unidos, tanto John McCain como Barack Obama utilizan el costo de la inacción como razón medular para respaldar las reducciones de carbono.
La senadora de California Diane Feinstein sostiene que deberíamos reducir las emisiones de carbono porque la superficie de nieve de la Sierra, que representa gran parte del agua potable de California, se reducirá el 40% para 2050 debido al calentamiento global. Lo que no nos dice es que una reducción incluso sustancial de las emisiones –a un costo elevado- tendrá un efecto inmensurable en el derretimiento de la nieve para 2050. En cambio, tal vez deberíamos invertir en instalaciones de almacenamiento de agua.
De la misma manera, cuando los políticos se irritan y nos dicen que perderemos una proporción importante de osos polares para 2050, lo utilizan como un argumento para reducir el carbono, pero se olvidan de decirnos que esto no tendrá ningún efecto mensurable en las poblaciones de osos polares. En cambio, tal vez deberíamos dejar de matar a los 300 osos polares que cazamos cada año.
El argumento de la inacción nos hace derrochar vastos recursos en políticas que no harán prácticamente nada para ocuparse del cambio climático, desviando así los recursos de políticas que, realmente, podrían tener un impacto.
Nunca aceptaríamos que los profesionales médicos nos aconsejaran aspirinas ultra-costosas e ineficaces para la gangrena porque el costo de la aspirina vale más que el costo de perder la pierna. ¿Por qué, entonces, deberíamos tolerar este tipo de argumentos falaces cuando debatimos la decisión de política pública más costosa en la historia de la humanidad?
SAN JOSÉ, COSTA RICA – Un argumento que se repite comúnmente para hacer algo sobre el cambio climático suena convincente, pero resulta ser casi fraudulento. Se basa en comparar el costo de la acción con el costo de la inacción, y casi todos los políticos prominentes del mundo lo utilizan.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, por ejemplo, utilizó este argumento cuando presentó la propuesta de la Unión Europea para abordar el cambio climático a principios de este año. La UE prometió reducir sus emisiones de CO2 en un 20% para 2020, a un costo que las propias estimaciones de la Comisión ubicaron en alrededor del 0,5% del PBI, o aproximadamente 60.000 millones de euros por año. Se trata, obviamente, de un valor importante –al menos un incremento del 50% en el costo total de la UE- y probablemente sea mucho mayor (la Comisión previamente estimó que el costo duplicaría su estimación actual).
Pero la frase de remate de Barroso fue que “el costo es bajo comprador con el alto precio de la inacción”. Por cierto, pronosticó que el precio de no hacer nada “podría incluso rondar el 20% del PBI”. (No importa que esta estimación de costo quizás esté excesivamente sobreestimada –la mayoría de los modelos arrojan daños de aproximadamente el 3%).
Así están las cosas. Por supuesto, los políticos deberían estar dispuestos a gastar 0,5% del PBI para evitar un costo del 20% del PBI. Esto suena evidentemente sensato –hasta que uno se da cuenta de que Barroso está comparando dos cuestiones enteramente diferentes.
El gasto del 0,5% del PBI reducirá las emisiones mínimamente (si todos en la UE realmente cumplen con lo que se les exige durante el resto del siglo, las emisiones globales caerán aproximadamente el 4%). Esto reducirá el incremento de temperatura esperado para fines de siglo en apenas cinco centésimas de un grado Celsius (nueve centésimas de un grado Fahrenheit). En consecuencia, el programa inmensamente ambicioso de la UE no frenará ni afectará significativamente el calentamiento global.
En otras palabras, si Barroso teme costos del 20% del PBI en el año 2100, el pago de 0,5% cada año de este siglo prácticamente no hará nada para cambiar ese costo. Para fin de siglo todavía tendríamos que pagar, sólo que también nos habremos vuelto más pobres en los 90 años anteriores.
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El truco funciona porque suponemos que la acción cancelará todos los efectos de la inacción, mientras que, obviamente, nada de eso es verdad. Las cosas se vuelven mucho más claras si nos referimos a una acción mucho menor de la que imagina Barroso.
Por ejemplo, supongamos que la UE decide colocar una turbina de viento cubierta de diamantes en la sede central de Berlaymont, que permitirá ahorrar una tonelada de CO2 por año. El costo será de 1.000 millones de dólares, pero la UE dice que es increíblemente barato si se lo compara con el costo de la inacción en materia de cambio climático, que rondará los billones de dólares. Debería resultar obvio que la turbina de viento de 1.000 millones de dólares no elimina los billones de dólares de daños causados por el cambio climático que aún tendremos que pagar para fin de este siglo.
El argumento de la UE es algo así como aconsejarle a un hombre que tiene una pierna con gangrena que pagar 50.000 dólares por una aspirina es un buen trato ya que el costo es comparativamente favorable en relación al costo de la inacción, que es perder la pierna. Por supuesto, la aspirina no impide ese desenlace. El argumento de la inacción es terriblemente negligente, porque nos hace recomendar la aspirina y perder de vista acciones más inteligentes que podrían realmente salvar la pierna.
De la misma manera, es negligente concentrarnos en reducir de manera ineficiente el CO2 hoy en función de costos en el futuro distante que, a decir verdad, no se evitarán. Esto hace que nos dejemos de concentrar en estrategias a largo plazo, como invertir en investigación y desarrollo en el terreno de la energía, que realmente solucionarían el cambio climático y a un costo mucho menor.
Si Barroso fuera el único, tal vez podríamos dejar pasar sus declaraciones, pero los políticos influyentes utilizan el mismo argumento una y otra vez. Angela Merkel de Alemania dice que “tiene sentido económico” reducir el CO2, porque “las consecuencias económicas de la inacción serán dramáticas para todos nosotros”. Kevin Rudd de Australia coincide en que “el costo de la inacción será mucho mayor que el costo de la acción”. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, expresó públicamente las mismas palabras. En Estados Unidos, tanto John McCain como Barack Obama utilizan el costo de la inacción como razón medular para respaldar las reducciones de carbono.
La senadora de California Diane Feinstein sostiene que deberíamos reducir las emisiones de carbono porque la superficie de nieve de la Sierra, que representa gran parte del agua potable de California, se reducirá el 40% para 2050 debido al calentamiento global. Lo que no nos dice es que una reducción incluso sustancial de las emisiones –a un costo elevado- tendrá un efecto inmensurable en el derretimiento de la nieve para 2050. En cambio, tal vez deberíamos invertir en instalaciones de almacenamiento de agua.
De la misma manera, cuando los políticos se irritan y nos dicen que perderemos una proporción importante de osos polares para 2050, lo utilizan como un argumento para reducir el carbono, pero se olvidan de decirnos que esto no tendrá ningún efecto mensurable en las poblaciones de osos polares. En cambio, tal vez deberíamos dejar de matar a los 300 osos polares que cazamos cada año.
El argumento de la inacción nos hace derrochar vastos recursos en políticas que no harán prácticamente nada para ocuparse del cambio climático, desviando así los recursos de políticas que, realmente, podrían tener un impacto.
Nunca aceptaríamos que los profesionales médicos nos aconsejaran aspirinas ultra-costosas e ineficaces para la gangrena porque el costo de la aspirina vale más que el costo de perder la pierna. ¿Por qué, entonces, deberíamos tolerar este tipo de argumentos falaces cuando debatimos la decisión de política pública más costosa en la historia de la humanidad?