BERKELEY – Tres veces en mi vida (hasta ahora) llegué a la conclusión de que mi entendimiento del mundo era sustancialmente erróneo. La primera vez fue después de la sanción en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), cuando el flujo de finanzas a México para construir fábricas para exportar al mayor mercado de consumo del mundo se vio arrollado por el flujo de capital dirigido a Estados Unidos en busca de un clima de inversión más amistoso. El resultado fue la crisis del peso mexicano más avanzado ese año (que, como subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, tuve que ayudar a contener).
BERKELEY – Tres veces en mi vida (hasta ahora) llegué a la conclusión de que mi entendimiento del mundo era sustancialmente erróneo. La primera vez fue después de la sanción en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), cuando el flujo de finanzas a México para construir fábricas para exportar al mayor mercado de consumo del mundo se vio arrollado por el flujo de capital dirigido a Estados Unidos en busca de un clima de inversión más amistoso. El resultado fue la crisis del peso mexicano más avanzado ese año (que, como subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, tuve que ayudar a contener).