No puede haber un orden liberal sin democracia política, pero en la actualidad se nos recuerda con frecuencia que la democracia política por sí sola no garantiza un orden liberal. Unas elecciones libres y justas pueden propiciar el ascenso de un Presidente del Irán que quiera “borrar a Israel del mapa de Oriente Medio” o un Presidente de Venezuela cuya intolerancia para con la clase empresarial inspire júbilo en las calles, pero mueva a la inmigración a aquellos cuya iniciativa es decisiva para el bienestar de la población. Menos perjudicial –y, aun así, problemática– es la elección –como en Polonia– de un gobierno minoritario que persigue inflexiblemente los intereses personales de sus miembros e incumple todas las promesas de cooperación hechas antes de las elecciones.
No puede haber un orden liberal sin democracia política, pero en la actualidad se nos recuerda con frecuencia que la democracia política por sí sola no garantiza un orden liberal. Unas elecciones libres y justas pueden propiciar el ascenso de un Presidente del Irán que quiera “borrar a Israel del mapa de Oriente Medio” o un Presidente de Venezuela cuya intolerancia para con la clase empresarial inspire júbilo en las calles, pero mueva a la inmigración a aquellos cuya iniciativa es decisiva para el bienestar de la población. Menos perjudicial –y, aun así, problemática– es la elección –como en Polonia– de un gobierno minoritario que persigue inflexiblemente los intereses personales de sus miembros e incumple todas las promesas de cooperación hechas antes de las elecciones.